Vengo de una familia de tres hijos varones, criados para ser “los hombres de la casa”, ¡ya saben el tipo!… El orgullo más grande de mi papá era tener su pequeño equipo de fútbol, al que entrenaba todos los domingos mientras mi mamá preparaba el almuerzo. No había conversación familiar que no girara alrededor de chicas, política y deportes y crecí bajo los ideales de mis papás de tener una familia igual a la nuestra… Pero, aunque con el pasar de los años seguí amando los deportes, y fui involucrándome en la política…, de algo de lo que ya no quería hablar era de chicas.

El mejor invitado de mi boda gay

El mejor invitado de mi boda gay

Cuando reconocí que era gay y llegó la hora de decir a mis padres, fue muy difícil para ellos aceptarlo.  Yo decidí mudarme a Europa para vivir libremente mi sexualidad y ellos pudieron, por mucho tiempo, ocultárselo a nuestros familiares y amigos diciendo que me fui a estudiar, a trabajar, o cualquier cosa que no revelara mi gran secreto.

A pesar de que nunca dejaron de estar presentes en mi vida y de amarme como se ama a un hijo, su relación conmigo era sana siempre y cuando mi homosexualidad no fuera tema de conversación. Nuestras reuniones semanales por Skype seguían el mismo formato que antes, hablábamos desde futbol hasta noticias, pero nunca me preguntaban si estaba saliendo con alguien, así que no conocían el nombre de mi pareja, mucho menos el hecho de que llevaba con él más de 7 años y que ¡nos íbamos a casar…!

Me armé de valor de contárselos un día después de haber discutido media hora de la situación política del país… El silencio después de decir: “me voy a casar con Gerard” fue tal, que podría escuchar mi corazón latir a mil impaciente por conocer su reacción. No pude de la ansiedad que nerviosamente me excusé para ir a acostarme y colgué la conversación. Cuando finalmente hablé con mi mamá, unos cuantos días después, sentí toda la tranquilidad del mundo al escucharla aceptar mi invitación de venir a Europa a verme casar con el amor de mi vida, PERO, me dijo que, aunque mi papá la acompañaría en el viaje, se ausentaría el día de la boda. No quise exigirle más, a la final, sabia lo difícil que era para él ver a uno de sus “machos” casarse con otro hombre, y aunque me dolía la idea de no tener a mi padre ahí, decidí que el hecho de que viniera a conocer a mi esposo, a ver nuestra vida y lo feliz que me hacía, era suficiente.

El mejor invitado de mi boda gay

El mejor invitado de mi boda gay

Cuando finalmente llegó el día y fui a ver a mi mamá al hotel, para mi sorpresa encontré a mi papá vistiéndose. Se me acercó y me dijo que sabía que se arrepentiría la vida entera si no era parte de mi gran día… y después entre risas incomodas me pidió que intentara no besarle a mi pareja, petición que, aunque en nuestra boda iba a ser un poco complicada, decidí hacer lo posible por cumplirla.

Para acortar la historia… ¡Mi papa fue el alma de la fiesta! Cada whisky que tomaba le hacía olvidar uno a uno sus prejuicios, permitiéndole disfrutar y ser parte de ese día que sobre todo fue una gran celebración de amor… Entre mi pareja y yo, entre nosotros y nuestros amigos; pero especialmente, entre nuestros padres y nosotros, que nos aceptan tal y cómo somos.

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