Este artículo caduca el 6 de enero de 2017, pero una parte de él puede prorrogarse en el medio plazo. Ese día sabremos quiénes van a ser oficialmente el presidente y el vicepresidente de los Estados Unidos de América. Dos semanas antes del Día de Reyes, el 19 de diciembre de 2016, es decir, el primer lunes después del segundo miércoles del último mes del año, según la definición que hace la Constitución estadounidense, se reúnen en sus 50 estados los electores que integran el llamado Colegio Electoral y que en última instancia son los que realmente eligen al nuevo presidente y vicepresidente del país y luego el Congreso los proclama. Es un proceso tan rutinario, mecánico y burocrático que ni es noticia, ni aparece, siquiera de refilón, en los medios de comunicación.

¿Cómo evitar que Trump sea presidente?

¿Cómo evitar que Trump sea presidente?

El terremoto político que ha supuesto la elección del supremacista, homófobo, opaco, rubio de bote, machista y unas cuantas cosas más, Donald Trump a la Casa Blanca, ha hecho que más de uno se pregunte ¿Cómo evitar que llegue a la Presidenciao limitar su mandato– semejante personaje con licencia para activar el botón nuclear a su antojo? Hay tres formas de evitarlo. Una, innombrable e impensable, y las otras dos, legales. La primera es el filtro del Colegio Electoral. La segunda, el “impeachment” o juicio político para destituirlo, como ya le ocurriera a Richard Nixon.

Esto último lleva tiempo y depende en gran medida de dos cosas: los pasos que dé Trump en la Casa Blanca que puedan poner en peligro la seguridad nacional de EE.UU o la paz mundial, o las investigaciones que vayan surgiendo sobre su oscuro patrimonio y de las triquiñuelas para no pagar nunca impuestos o las que ponga en marcha desde el Despacho Oval a medida que avance su mandato. Al mafioso Al Capone lo metieron entre rejas en Alcatraz por evadir impuestos, no por matar.

El profesor de la American University Allan Lichtman, conocido por no haber fallado nunca en sus predicciones sobre quien ganaría la Presidencia de Estados Unidos, ya había pronosticado la victoria de Trump. Ahora, predice su pronta caída mediante un “impeachment” promovido por un Congreso de mayoría republicana que prefiere, según el profesor, al vicepresidente electo. Mike Pence es uno “de la casa”, o sea de la casta, del “establishment” al que pueden controlar, antes que a un “outsider” impredecible y deslenguado que por no ser, ni siquiera ha sido presidente de su comunidad de vecinos. El problema es que no se sabe muy bien si es mejor el remedio que la enfermedad porque de Pence se dice que es aún más ultraconservador que Trump, pero –eso sí- menos bocazas. A quien haya visto la formidable serie de televisión “House of Cards, la posibilidad del “impeachment” le parecerá una más que fehaciente posibilidad.

Para que algo así ocurra, pasarán muchos meses porque un “juicio político” no se fabrica de la noche a la mañana (véase Richard Nixon y el caso “Watergate”). Vamos a centrarnos, pues, a muy corto plazo: la fecha del 19 de diciembre. Es probable, pero no imposible, que ese día ocurra nada fuera de lo rutinario porque en la maquinaria legislativa estadounidense todo está atado y bien atado, pero soñar es gratis. Hay crecientes presiones dentro y fuera de Estados Unidos para que Trump no asuma la Presidencia. Change.org ha puesto en marcha una campaña de firmas a nivel mundial para evitarlo, pidiendo a los miembros del Colegio Electoral que no le voten.

Pero, ¿qué es y cómo funciona el Colegio Electoral? No es un lugar físico, sino un procedimiento. Antes de las elecciones, cada estado de la Unión elige a los ciudadanos que les representarán para votar al presidente y vicepresidente. Cada Estado tiene tantos electores como representantes y senadores en el Congreso bicameral de Washington.

En total, hay 438 representantes y 100 senadores, o sea, 538 miembros del Congreso e igual número en el efímero Colegio Electoral. Cada Estado, independientemente de su tamaño, tiene dos senadores, pero diferente número de representantes (diputados, para entendernos), de acuerdo con su número de habitantes. Por ejemplo, California es el estado más poblado y tiene 55 representantes en el Congreso, Texas 34, Florida 27 y así hasta los más pequeños que tienen constitucionalmente un mínimo de tres representantes, independientemente de cuán escasa sea su población, como ocurre con las dos Dakotas, norte y sur, Montana y Wyoming. El Distrito de Columbia (Washington), la capital del país, también tiene tres representantes, pero ningún senador.

¿Cómo evitar que Trump sea presidente?

¿Cómo evitar que Trump sea presidente?

El sistema electoral estadounidense establece que quien gana el voto popular en un estado, pongamos California, se lleva todos los votos de sus 55 electores. Para ganar la Presidencia del país hacen faltan 270 votos del Colegio Electoral, la mitad más uno de sus 538 miembros. Trump obtuvo 306 votos electorales y Hillary Clinton 232. La paradoja es que Clinton obtuvo mayor número de votos populares que Trump, pero éste ganó en estados clave con mayor número de electores. “La democracia está sobrevalorada”, que diría Frank Underwood (Kevin Spacey), el vicepresidente de ficción que llega a la Presidencia del país, después de promover un “impeachment” en la serie House of Cards.

Los estados de Nebraska y Maine son una excepción en todo este proceso porque otorgan los votos de sus electores de forma proporcional al voto popular que es lo más puro y genuinamente democrático. Ahora bien, ¿Tiene Trump garantizados los 306 votos del Colegio Electoral? Técnicamente, sí, pero la Constitución de Estados Unidos no obliga ni prevé sanciones a los electores que voten en contra del mandato popular. De hecho, nunca se ha abierto procedimiento alguno contra un elector que traicione el voto popular mayoritario, pero la legislación propia de cada Estado prevé atar legalmente cada uno de esos votos. De hecho, en 29 estados más el Distrito de Columbia (Washington DC) sus leyes obligan al elector a votar por quien se comprometió a hacerlo o de acuerdo con el resultado electoral.

¿Cómo evitar que Trump sea presidente?

¿Cómo evitar que Trump sea presidente?

Los miembros del Colegio Electoral son ciudadanos cualificados elegidos por el Congreso de cada Estado para una función efímera. La única excepción es que no pueden ser miembros a sueldo del Gobierno. Es decir, los electores pueden ser profesionales destacados en su especialidad y, por lo general, miembros o simpatizantes leales de los partidos republicano o demócrata, pero sin estar vinculados de ninguna manera a la Administración.

Los electores se reunirán el 19 de diciembre en sus respectivos estados y votarán en una especie de acto solemne a cada candidato. El resultado de la votación se remitirá al Congreso y a la sede de los Archivos Nacionales, también en Washington, donde se guardarán las actas. Las dos cámaras del Congreso se reunirán el 6 de enero bajo la presidencia del vicepresidente del país, en este caso y por unos días más Joe Biden, a su vez presidente del Senado en función de su cargo, y anunciarán los resultados de la votación y los elegidos asumirán el 20 de enero.

Nunca se ha producido un acto mayoritario de rebeldía en el Colegio Electoral, de ahí que no sea noticia, pero la elección de Trump traspasa muchas líneas rojas que pueden llevar a buen número de electores a pensarse dos veces a quien vota finalmente. No en vano, muchos de ellos son del Partido Demócrata de Hillary Clinton.

Ya en el año 2000, la entonces senadora Clinton cuestionó la vigencia de este sistema cuando Al Gore perdió ante el también republicano George Bush por la disputa de los votos electorales en Florida. “Debemos respetar la voluntad del pueblo, y para mí eso significa que es tiempo de deshacernos del Colegio Electoral”, dijo. Han pasado dieciséis años y la vida sigue igual. Sus palabras las recoge en un editorial del 10 de noviembre el diario The New York Times, en el que se pregunta ¿por qué perdura este sistema? No en vano, los demócratas ganaron tres elecciones con el voto popular y las perdieron en el Colegio Electoral. Es una paradoja que el voto de 120 millones de personas lo controlen a la postre medio millar de ciudadanos supuestamente cualificados.

El debate para acabar con esta “anomalía histórica”, como la definió un destacado demócrata, lleva años en el candelero y no parece que el “sistema” se vaya a desmontar ahora, repentinamente, porque una ruptura de este calibre traería enormes consecuencias sobre la fiabilidad del sistema. Supondría, además, retar la esencia de cuanto dejaron sellado los padres de la Constitución, que en 1787 crearon el Colegio Electoral para dar más poder a los estados pequeños.  Es impensable, sí, pero los tiempos y las circunstancias son otras y la victoria de Trump ha reavivado el debate.

 

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