Amo lo que hago más que a mi vida. Porque si no fuera por esa necesidad de escribir, mi vida no tendría ningún sentido.
El placer que me ocasiona el mero gesto de escribir, el pensar sobre lo que voy a escribir siendo ese prolegómeno lleno de caricias y besos que mi mente procesa para desarrollar el arte de contar historias, donde la excitacion inicial desemboca en un reguero de palabras, vocablos que abarrotan mi memoria y quieren salir todos a la vez como si de un río de aguas bravas se tratase antes de precipitarse a una catarata de ideas inconexas que se amontonan sin orden llegando a conclusiones geniales.

No tengo ninguna metodología ni técnica a la hora de plasmar en una pantalla en blanco, mis pensamientos simplemente mis dedos digitales se aproximan al teclado y “Voila” ellos solos comienzan a deslizarse por las letras en un alarde mágico y las palabras, frases y contexto brota de la imaginación recalcitrante y fantasía  exasperante de una persona que necesita como cualquier otra la necesidad fisiológica de comunicar y contar consiguiendo que bajo sus palabras los lectores disfruten, piensen y reflexionen ante este maremagnun de creatividad y talento.

Cada vez que me siento a escribir siento tantas sensaciones a un mismo tiempo que a veces no puedo controlar mis impulsos descargando todo el vendaval literario que tengo todo el sentimiento de mi corazón hecho poesía, aunque sé que solo soy un hombre y nada mas… Hombre de barro o polvo de estrellas que ante la necesidad de vivir encuentra en la escritura la más poderosa razón para existir.

Siendo este el único y principal motivo de mi existencia, por eso estoy bien conmigo mismo y con mi entorno por eso y por mucho más…

Amo lo que hago.

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