El cómic es un formato muy reconocible, tanto con su propia narrativa de texto y dibujo a través de las viñetas de cada página de los mismos, como de su traslación natural a las pantallas, por el tan cinematográfico lenguaje que posee el cómic, ya desde hace décadas.

Lo que es menos conocido, y lleva existiendo desde al menos que las adaptaciones a cine y televisión de historias de los héroes de papel es la literatura basada en el cómic inaugurada en los años 40 por la novela de Superman de Otto Binder, que reinventaba y profundizaba en los orígenes del personaje. La literatura basada en súperhéroes es un regreso al formato que fue la fuente que los engendró. Aquella literatura pulp repleta de coloridos personajes como La Sombra, Gladiator, Doc Savage, Ejecutor, y muchos otros de los que autores como Bill Finger, Jerry Siegel, o Jack Kirby, tomaron elementos sueltos y los combinaron con los suyos propios para crear personajes e historias que desafían al tiempo.

Ahora, en la actualidad, después de alrededor de un siglo, de cómic, y de cine, la literatura sobre personajes de cómic, y elementos relacionados trata de abrirse paso una vez más, y no sólo para aficionados al género, si no para el público literario habitual. Obras como la Trilogia de Asclepia, de Ian Tregillis, consigue mantener un suspense y una tensión narrativa de tanta calidad como otras obras literarias, porque la ciencia ficción tan exitosa hoy por hoy, es directamente deudora del pulp y el cómic, que la popularizaron en años anteriores hasta llegar a calar en el público general.

El cine ha legitimado al cómic (aunque no lo necesitara, puesto que una obra como Watchmen no tiene nada que envidiar a ningún libro ni en contenido ni en estilo), abriendo nuevos mundos para el medio.

Tenemos que quitarnos de encima el falso complejo de que leer cómics es una una lectura infantil o de segunda categoría, que el medio tiene más de un siglo, como el cine, y a nadie le avergüenza ver películas. Es más, hay cómics que han sido escritos y dibujados con tal solidez narrativa que superan en calidad a unos cuantos libros de la narrativa contemporánea. Y nada para quitarse el complejo como saltar de las viñetas a los libros basados en ello, tan dignos como cualquier otra obra de ficción.

Tanto si son novelas de personajes Marvel o DC, aprovechando el tirón del cine, como hábiles parodias sobre el género como Muy Pronto Seré Invencible, inteligente y simpático repaso de los tics y las costumbres superheroicas creado por Austin Grossman, o incluso los entresijos de la creación de un cómic de superheroes y las implicaciones profesionales y personales que pudimos ver en Las aventuras de Kavalier y Clay que nos brindó Michael Chabon y que fue un bombazo en su día, ahí tenemos verdadera literatura aunque en su origen hayan bebido del cómic. Están luchando por ser, y llegarán a ello, un género tan respetable y respetado como el género negro, que antaño era leído a escondidas y vilipendiado públicamente, y ahora es casi garantía de crítica y público a poco bien que se haga.

El cómic es un arte contagioso y que habla nuestro idioma, un idioma de la gente común, en sintonia con el hombre y mujer de la calle, el ciudadano sencillo, ese es uno de sus grandes atractivos. Llevamos ya muchos años a cuestas, muchos años y muchas páginas, y el gusto por la literatura, así como el arte, y por qué no, el negocio, empiezan a confluir para el reconocimiento de un género que salpica a otros, sumando entre todos ellos para llegar a enriquecer culturalmente a la sociedad. Elementos que entremezclados contribuyen a aumentar el patrimonio artístico y económico general, gracias a la combinación de literatura (y el cine) se garantiza un número de ventas que mantiene en funcionamiento del sector del cómic y de todo el sector editorial en el que se mueven, así como el de las personas que en ellas trabajan, y en el de empresas relacionadas, por lo que esta creciente tendencia es absolutamente beneficiosa para todo el mundo. La literatura sobre súperhéroe, de un modo ligeramente distinto, hace como los personajes en los que se basan, un servicio al conjunto de la sociedad.

 

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