La parodia de la siesta me entretiene aquí sentado,

sin poder asimilar los contenidos del sustento emocional,

del hemisferio derretido de las sombras que acontecen,

en los parques de argamasa y mucho ruido,

pero bien es lo que dicen de memoria en el olvido inevitable,

cuando estrellas de piel dura se nos caen en el medio de una plaza o en un patio,

y se estrellan sin poder inevitar los esplendores efemérides,

y por eso son tan bellos los instantes,

donde pasa un colectivo y se refleja en algún vidrio de un colegio largo,

a estas horas de una siesta que no apoya mi moción de no dormirla y ya no es siesta,

es otra cosa que inauguro satisfecho,

de saber que no son pocos los que plagian esta siesta en redimirla de los elfos,

que visitan a la tarde en pesadillas al dos mil seiscientos o en algún pasaje,

casi ignoto por sí mismo,

que descansen.

 

Juan Pablo González

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