Quien no haya oído hablar de Frida Kahlo a estas alturas, probablemente sea porque vive en otro planeta o simplemente porque nunca ha mostrado interés por la cultura. Frida, con el paso del tiempo, se ha constituido como un referente pictórico a escala mundial. No sólo por sus obras y su mensaje, sino también por su vida, su coraje y su eterna lucha por vivir.

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, nació en 1907 en Ciudad de México, en la que a día de hoy se conoce como La Casa Azul. Fue una estudiante viva y tenaz, apasionada con el conocimiento. Su vida se truncó a los 18 años cuando sufrió un trágico accidente cuando el autobús donde viajaba, fue arrollado por un tranvía. Múltiples fracturas y una lesión en la espina dorsal la dejaron postrada de por vida. Tras el accidente, Frida pasó largas temporadas en su cama y su madre le proporcionó un caballete y un estuche de pinturas.

A raíz de la pintura conoció a Diego Rivera, su principal inspiración y la persona con quien contraje matrimonio en 1929. Tras intentar dar a luz, tuvo que abortar en un hospital de Detroit, lo que la llevó a pasar otra temporada en la cama. Su vida, se ve reflejada en su obra por su contante temática; “el dolor físico y emocional”. Esa fue la fuente que inspiró la mayoría de su catálogo pictórico, una fuente de inspiración que también se convertía en una forma de desahogarse.

Con el paso del tiempo su salud empeoró y quedó reflejada en una de sus últimas obras: “Viva la vida” A pesar de su deteriorado estado de salud, realizó con esta pieza un homenaje a la vida.

Frida siempre estará en nuestra memoria, no solo de todos los mexicanos, sino también en el resto de humanos, pues su trayectoria, su estilo, su carisma, su mensaje y su vida la llevan a ser una de las mujeres más influyentes en el siglo XX.

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