Se hablaba sobre Donald Trump y se dice “Víctima o victimario” de las nuevas corrientes, de la poca privacidad y la rapidez con la que corre la información en la era de las telecomunicaciones, mi postura frente a lo que pienso:

Soy mexicana, pero poco me han ofendido las palabras del señor Trump hacia mis compatriotas, porque sé que en la migración desmedida a los Estados Unidos van incluidos muchos indeseables. Me gusta decir lo que pienso, en voz alta, sin miedo a cambiar de opinión o presa de un arranque de ira; no por ello determina mi personalidad ni mis pensamientos más profundos.

La libertad de expresión es un arma de dos filos que se tiene que aprender a usar con mucha precaución. El señor Trump es un gran empresario, un magnate de los negocios y a título personal, me encantaba su programa de “El Aprendiz”. Nada define mejor a Donald Trump que “Mr. Money”. Tuvo oportunidad de conocer a Ximena Navarrete, Miss Universo 2014, mexicana, e invitarla a salir. La mexicana no quiso tener un affaire con él, más que nada por su peinado, y entonces lo desairó. Asi mismo, tuvo la oportunidad de conocer a Don Carlos Slim, mexicano por elección y uno de los hombres más ricos del mundo, quien además de hacer negocios con él, siempre quedaba por encima de Trump. En la contienda de los Óscar 2015 fue Iñarritú, otro mexicano, quien arrebato el apreciado premio Oscar a su película favorita “El Francotirador”. Sus encuentros con mexicanos no han sido para nada con mexicanos mediocres, violadores o narcotraficantes, al menos no de manera abierta, sino con mujeres bellísimas, directores talentosos y hombres multimillonarios, es aquí donde no me doy por ofendida por sus comentarios, ya que: o está dolido de tanto “mexicanazo” o, como muchos norteamericanos, piensa que mexicanos son todos los que hablan español.

¡Trump! Gana las elecciones

¡Pobre Trump!

La osadía de Trump de expresar abiertamente su sentir hacia el pueblo mexicano ha sido castigada donde más duele: en su cartera. Empresas como Univisión y NBC lo han reprendido con el látigo de su desprecio por sus comentarios cuando él ejerció su derecho fundamental defendido por la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, el derecho a opinar, y se le está castigando por ello.

¡Pobre Trump!

¡Pobre Trump!

Se ha liderado una  batalla  crucial para tener libertad en las Redes Sociales, pero cuando alguien quiere ejercer ese derecho, lo castigamos duramente si no fue políticamente correcto. Entonces ya no entiendo hasta dónde tiene él derecho a emitir su opinión. En la Ilustración, el derecho a la libertad de expresión fue concebido para la libre difusión de ideas, lo que no determinaron fueron las consecuencias de esa libertad y es aquí donde retomo el arma de dos filos: él dijo lo que le nació, lo que su escenario interno de conciencia le dictaba en ese momento. Hoy, bajo la lectura distorsionada de muchos y la manera tan hábil de sacar de contexto las cosas, está siendo juzgado por sus palabras. Si bien es cierto sus palabras no estuvieron sujetas a ninguna censura pero dañó la moral pública de un sector importante del mundo: los mexicanos.

El derecho que le da manifestar su opinión genera a su vez una reacción llamada Derecho de réplica o respuesta, mismo que ha sido usado por empresas y miles de mexicanos que han emitido su opinión respecto de las palabras del magnate. Dónde queda entonces el debate, la posibilidad de discutir con ética sus argumentos, y sobre todo me pregunto ¿cómo ofender a alguien es más grave que dañar a alguien?
¡Pobre Trump!

¡Pobre Trump!

Trump es un hombre que desde el pasado dejó ver su postura frente al voto hispano (porque no todos los inmigrantes de Estados Unidos son mexicanos también hay colombianos, peruanos, argentinos, venezolanos, nicaraguenses, guatemaltecos y más). Y si a eso le sumamos su opinión machista (las mujeres representan un porcentaje importante de votos), y sus ataques constantes a afroamericanos.

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