En el cine boliviano las imágenes no son tan nítidas como en el cine comercial de Hollywood, los actores y actrices que entran en la piel de otra persona y con los que te relacionaste por hora y media en la pantalla grande bien pueden ser los vecinos que encuentras cada vez que compras pan o visitas un restaurante y el presupuesto ¡válgame! es tan bajo que incluso hay joyas y diamantes que podrían cubrirlo holgadamente.

El cine de tercer mundo

El cine de tercer mundo

Pero, pese a ello, este tipo de cine no debe ser desvalorizado ni menospreciado, muy por el contrario, debe ser observado como un avance hacia un mayor empoderamiento de la cultura y el arte, pues estos intentos en la industria cinematográfica son un indicativo de que sí se pueden alcanzar niveles de grandeza. Aunque claro está, todavía queda un largo camino por recorrer.

Por ahora estamos en un momento en el que la alegría de ver una producción nacional en una sala de cine es grandísima; fuera de qué historia vaya a desarrollarse, qué sensación dejarán las líneas argumentativas o cómo serán los personajes, la expectativa para aquellos que pagan su entrada se centra en reconocer las calles que caminan diariamente, en comprender cada entonación, palabra y dicho típico. Es un momento mágico dado que genera identificación. Difícil es para un público relacionarse con actores como Brad Pitt o ver barrios como Manhattan, nos hacen soñar, nos dan grandes tópicos para conversaciones, nos hacen reír y también llorar, claro que si, pero no nos hacen parte del libreto como lo hace una historia de carácter nacional.

Poder identificarse con lugares, vestimentas, culturas y muchas otras cosas más, le da al cine un cariz completamente distinto; la relación con el argumento y los actores se vuelve más poderosa. Es más cercana y se vive con más profundidad. El guión puede ser regular, los actores probablemente sean amateur y las tomas de cámara pueden llegar a marear en ocasiones, pero la magia del saber donde transcurre todo y sonreír cuando se escucha una palabra utilizada un sinfín de veces en el diario vivir, no tiene precio.

“…debe ser observado como un avance hacia un mayor empoderamiento de la cultura y el arte pues estos intentos en la industria cinematográfica son un indicativo de que si se pueden alcanzar niveles de grandeza.”

Señores valientes y aventureros que se hacen llamar directores, lanzaron la carnada y engancharon. El reto ahora -como seguramente sucedió en las grandes industrias de cine de Estados Unidos, España, Francia, México, por nombrar algunas- es mostrar relatos de impacto y “sacar el jugo” de todo un entorno riquísimo de leyendas e historias pues el cine no es más que la representación de una cultura y de esa, tenemos de sobra.

 

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