EL MÉXICO DE AFUERA, AYER Y HOY

El pasado 1 de diciembre, con motivo del inicio de su quinto año de gobierno, el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, dirigió un mensaje invitando a la unidad de todos los mexicanos. Por mi interés particular en el tema, destacó de ese llamado lo siguiente:  “defenderé las libertades, los derechos y la dignidad de los mexicanos donde quiera que residan o se encuentren” e indicó además que los dos años que siguen implicarán retos considerables, uno de ellos, dijo, “será establecer una relación constructiva con el nuevo gobierno de los Estados Unidos de América, nuestro vecino geográfico y principal socio comercial. La respuesta fundamental a ese y a otros retos es y será la unidad”.

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Llamado a la unidad de los mexicanos

Su mensaje fue corto -sólo cuatro minutos- y también se quedó corto. En el momento de mayor desaprobación a su gobierno y ante una ciudadanía que ve con ansiedad e incertidumbre el futuro cercano, debido a las amenazas y  los insultos que el presidente electo de Estados Unidos nos ha proferido, de nueva cuenta, nuestro primer mandatario perdió la oportunidad de erigirse en el líder que México necesita. Es posible que esté consciente de que ha perdido la confianza de sus gobernados y de que difícilmente podrá recuperarla. Es posible que piense que el uso de un lenguaje diplomático y políticamente correcto es el pertinente para restablecer una relación constructiva con nuestro vecino del norte, relación que está en vías de verse profundamente deteriorada. Es posible además que siga en la negación y crea que con “buenas vibras” nos irá bien, y se puede pensar también que no sabe realmente qué hacer ni tiene respuestas qué proponer.

Como sea, se quedó corto. Pudo hablar,  de manera directa y expresando su preocupación,  de la crítica situación que vive hoy la comunidad mexicana y de origen mexicano que está siendo acosada y atacada por la mitad de los estadounidenses que comparten los sentimientos racistas, xenófonos y antimexicanos de Trump. Pudo llamar, con firme determinación, a la solidaridad que los mexicanos “de acá de este lado” debemos mostrarles a ellos y a todos los otros latinos que viven la misma adversidad. Su declaración: “…defenderé las libertades, los derechos y la dignidad de los mexicanos donde quiera que residan o se encuentren”, es plausible, pero se quedó en un propósito personal que excluye la participación de todos, de todos los mexicanos, en un objetivo común: cerrar filas frente a quien nos ve y nos  trata como  enemigos. Pudo  hablar – también directamente-  de que existe la posibilidad de que muchos de nuestros connacionales en aquel país sean deportados, y expresar su sentida preocupación por la separación de muchas de sus familias. Me hubiera gustado oírlo exhortándonos a recibirlos y a apoyarlos, indicando los varios programas dirigidos a este fin que existen en diversas instancias del gobierno – federal, estatal y municipal-,  para evitar la alarma y el rechazo que este anunciado retorno obligado puede generar en las localidades receptoras. Me hubiera gustado que reconociera y agradeciera el gran esfuerzo de los cientos de clubes que agrupan y cobijan a nuestros connacionales por estado de origen en toda la Unión Americana y de muchas organizaciones mexicano-americanas, así como de diversas organizaciones estadounidenses que defienden los derechos civiles en ese país y están dispuestas a luchar contra abusos y violaciones que afecten a los inmigrantes, documentados o no.

Llamado a la unidad de los mexicanos

Llamado a la unidad de los mexicanos

Fue esta una omisión imperdonable que nos presenta solos ante los embates de la potencia vecina,  y no juntos – con nuestras comunidades y con diversos grupos estadounidenses – en pie de lucha por la defensa de nuestra gente y de los intereses de México. Lo más grave, de nueva cuenta, es que nuestros connacionales no fueron contemplados, ni tampoco los mexicano-americanos que históricamente, a través de sus organizaciones han contribuido de manera fundamental en la labor de protección y servicio a nuestras comunidades en todo lo largo y ancho del territorio estadounidense, sumando su esfuerzo al de nuestra Embajada y nuestros 50 consulados o, mayoritariamente, de manera independiente a éstos. En estos momentos críticos resulta pertinente mostrar nuestras fortalezas y nuestra relación con Estados Unidos va más allá de la relación entre gobiernos, implica vínculos de muy distinto orden y lazos indisolubles que involucran a millones de personas en ambos países. Esa es una de nuestras fortalezas.

También hubiera sido deseable y alentador, que el Presidente Peña Nieto nos hubiera dado la seguridad de que el gobierno de México está preparado para una eventual revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte,  y de que en los dos años que le restan de gestión trabajaremos unidos para reducir la enorme dependencia que existe hoy con el mercado estadounidense; que buscaremos diversificar nuestro comercio; que impulsaremos juntos el mercado interno; en fin, que existen alternativas que debemos explorar y que él y su equipo tienen estrategias para los distintos escenarios que puedan presentarse. De hecho, días después de su llamado a la unidad,  en el marco de una importante reunión con empresarios celebrada en León, Gto, así lo expresó el Titular del Ejecutivo. ¿Por qué entonces en su llamado a la unidad dejó al margen a la ciudadanía de estas declaraciones que la hubieran tranquilizado?

Llamado a la unidad de los mexicanos

Llamado a la unidad de los mexicanos

Por último, me hubiera gustado oír al Presidente Peña Nieto decir que, ante las posibles implicaciones negativas de las tendencias aislacionistas en la era de Trump que pueden afectar a toda América Latina, México está abierto y dispuesto a estrechar la colaboración en todos los ámbitos y a diseñar, conjuntamente, una respuesta regional. Esto no sólo hubiera sido deseable sino conducente, y hubiera abierto la posibilidad de recuperar para México, un liderazgo en la región que perdió hace ya varias décadas.

Es una pena que nuestro presidente no haya podido articular un llamado a la unidad, valiente, digno y determinante, que infundiera a la ciudadanía en su conjunto el ánimo, el coraje, la motivación  y las ganas de salir adelante, unidos con nuestros connacionales en Estados Unidos, con los mexicano-americanos y con todos los países de América Latina,  en un frente común frente  a Trump. Creo que le hubiera ganado puntos.

 

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