Hay quien piensa que la titulación universitaria otorga mágicamente poderes, y que quien no la posee no tiene lugar en este mundo. Hay quien lo piensa y no son pocos, debido al lastre del complejo de inferioridad del que hay que librarse.

Supremacismo universitario, problema social

Supremacismo universitario, problema social

Una titulación universitaria no te confiere talento ni inteligencia a no ser que ya se posean por naturaleza, te proporcionan una especialización profesional en un campo específico, pero no son fábricas de dioses. Hay universitarios muy capaces, pero otros, con título o sin el, son negados a perpetuidad. Son como monos amaestrados para mayor gloria y beneficio de la empresa en la que caigan. Son sólo eso, y conozco a alguno que fue a la universidad a comprarse un sucedáneo de los talentos de los que carecía, pero vino como se fue, con datos y conocimientos teóricos para alguien que agitaba su título a modo de bandera de superioridad. Afortunadamente, para otros, la gran mayoría, es el ingrediente que les faltaba para poder desarrollar su gran potencial con toda plenitud.

 

Por otra parte, la cultura y la titulación no tienen nada que ver, la palabra, o más bien el concepto de cultura es demasiado amplia para reducirla a una titulación. Repito, a la universidad no se va a adquirir cultura, si no especialización, así que no confundamos términos, para tratar siempre de quedar por encima, que luego en alguna conversación sobre temas culturales se descubre el pastel y no sirve el escudo de la titulación para enmascarar carencias.

Nadie está en contra de los titulados universitarios, pero convendría enterrar ese supremacismo académico y saber reconocer las aptitudes, experiencias y destrezas de todos, con o sin títulos, y dejar de reverenciar a los titulados tan sólo por el hecho de serlo. Hay que mirar más allá de eso y superar los complejos, bajar del pedestal a los titulados y dejar de despreciar a aquellos que no lo son, que abundan excelentes profesionales sin titulación superior.

 

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