Existen especímenes humanos que provocan una rotunda vergüenza ajena y un poco de asco, eso como lo más leve que pueden suscitar. Me estoy refiriendo a esos acosadores urbanos que lamentablemente aún existen. Esos ejemplares que a veces nos provocan impulsos de desertar de género masculino en el que nacimos.
El piropo, que podría parecer una cosa insignificante e inocua, es un temible instrumento de acoso y dominación verbalizada, que infravalora a la mujer como persona y la cosifica, reduciéndola al cuerpo que ve el homínido piropeador, al que no le importa en absoluto el bienestar ni lo que sienta la persona que es el objetivo de sus exabruptos. Piropean como demostración de supremacía masculinizada, para sentirse más macho en su inseguridad, sin importar el daño psicológico que pueda sufrir la mujer. Un sujeto que piropea es alguien carente de comprensión, empatía y verdadera inteligencia, por no hablar de educación. Un personaje así es un agresor reincidente aunque no llegue a establecer contacto físico. Hay que tener cuidado con eso, pues consentir algo así podría costar algún disgusto todavía mayor en un futuro. Un piropeador es un agresor sexual que atenta contra la intimidad.

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Es posible dirigir unas palabras bonitas si es consentido a una mujer con la que se comparta una relación íntima y siempre con respeto, pero asaltar a una persona desconocida con la que no existe ningún tipo de vínculo ni relación y someterla a esa situación, es una violación verbal, esos comportamientos no deben ser alentados ni tolerados. Nadie tiene derecho a atentar contra la intimidad de otra persona y menos de forma tan burda y brutal, por mucho que sea en la vía pública, la intimidad individual no es pública. La forma de vestir de una mujer no debe ser condicionada por nadie, y tampoco implica que pueda ser devorada con libidinosas miradas o proferir obscenidades. El piropo es una manera de manifestar una sexista y misógina barbarie.

“El piropo, que podría parecer una cosa insignificante e inocua, es un temible instrumento de acoso y dominación verbalizada, que infravalora a la mujer como persona y la cosifica…”

No es poesía ni remotamente, y no es algo inofensivo, es una irrespetuosa agresión sexual que atenta contra la mujer como persona. Es algo que debe ser completamente suprimido. Ninguna mujer tiene porque soportar ese atentado contra su dignidad y deberían responder con contundencia. Aquel que desee piropear a las mujeres, mejor que se suba a la máquina del tiempo con rumbo a la edad media, sin paradas.

 

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