LA MUERTE, ENEMIGA ÍNTIMA

La muerte, esa presencia misteriosa que nos atisba desde que nacemos y marcha paralela a nuestra incipiente vida desde ese momento, mucho más cerca de lo que esperamos y creemos, es indetenible y nada podemos hacer ante ella. Pero cuando mueren personas muy cercanas  a nosotros,  algunos por el paso inexorable del tiempo, otros  por hechos  indeseables como la reciente pandemia que cercenó al mundo y otros de forma abrupta y absurda, nos lleva a darnos cuenta de que nuestra generación comienza a desaparecer y los años van andando a paso de león, sin prisa, pero sin pausa. Entonces,  nos ponemos a reflexionar acerca de estas cuestiones de la vida y la muerte y nos hacemos la pregunta temerosa de siempre,

¿qué es la muerte?, porque a la vida creemos conocerla

y surge ahí la incertidumbre muy oronda y vemos que per saecula saeculorum ha habido dos alternativas. En realidad, este es un planeta de pares opuestos, y para hablar de la muerte, también se toman en cuenta dos alternativas ya que todo gira entre esas dos corrientes de fuerzas parejas, pero de sentido y dirección contraria, para sostener el equilibrio que justifica la existencia. Veamos: para unos, la muerte empieza en vida. Entramos en sus umbrales cuando nadie nos recuerda. Cuando ya no hay más caminos por andar, cuando la línea que conduce nuestras  acciones diarias se corta,  cuando se cuelga el punto final que le pone término a la oración.

La muerte entonces es andar hacia el abismo más oscuro y caer en un fondo insondable e interminable.

Es el cese de toda acción, función y coordinación de las expresiones, de las exclamaciones, de la admiración, del asombro, de los cambios de ánimos.  Es  un dormir perenne, pero sin soñar. Es borrar los recuerdos y las ilusiones.  Es andar tanteando. Sin palpar, porque no tenemos tacto. Sin admirar, porque no tenemos vista. Sin aspirar, porque no tenemos olfato. Sin salivar, porque no tenemos gusto. Sin voltear, porque no tenemos oídos. La muerte es la nada total, infinita y eterna. Hasta allí llega todo.

   Por el contrario, para otros, la muerte es la continuidad de la vida finita.

Es  el comenzar a andar por inimaginables senderos. Es el ascenso a otros planos energéticos, donde la energía se purifica en su retorno hacia la Fuente Primaria. Es el llamar pidiendo posada. Es el tocar y se os abrirá. Es el reencuentro y la recepción con aquellos que nos precedieron. Es la premiación por nuestras acciones  en el plano terrenal. Es abordar el tren de ruta celestial con boletos de primera y asientos de ventanilla. Es el descubrir, es el asombro, hasta llegar al llanto, por tanta belleza incalculable ante un nuevo ambiente indescriptible. Es El Paraíso. Es  poner a funcionar un nuevo reloj con manecillas relucientes para estrenar un inicio de un tiempo eterno. Sin enfermedades ni tristezas ni desánimo ni melancolía. Es  tatuar con cera roja de lacre el sobre con el sello de la Nueva Alianza, para que no se resquebraje.

    Así que, andar la tierra a estas alturas de la vida, cuando los años se van marcando en profundos surcos que se hacen visibles a la distancia, y nos damos cuenta de que se va, conlleva a meditar, hasta decantarse por una de estas dos alternativas que tratan de explicar la muerte, porque ante la ida de la vida, nada podemos hacer tampoco. Cuando se va siguiendo esta línea cronológica, esa de mirar hacia atrás y ver la secuencia de cada episodio de nuestras vidas, entramos a una edad en que empezamos a pensar en esta disyuntiva y aunque no nos guste hablar de ello, porque nos han inculcado desde pequeños a sentir temor ante la cercanía de la muerte, es lo más seguro que nos llegará, y  nos corresponde a cada uno de nosotros enfrentarla de manera individual, en soledad, con entereza, orando en silencio, como el hijo del carpintero lo hizo en el Monte de los Olivos, cuando conversó con El Altísimo desde su Templo Interno, acerca de su inminente llegada y el breve período que habría de pasar en ella y con ella, elevándose después majestuoso en toda su Gloria. Las religiones han contribuido mucho en eso y establecen pautas donde cada una expresa su posición particular acerca de la muerte y lo que quiera que sea, si es que lo hay, el más allá. Cada quien debe sopesar esto.

Yo creo en el libre albedrío y respeto la alternativa en la que cada uno cree sobre lo que sea la muerte.

Pero cuando el tiempo de permanencia en este plano es menor (cada vez más), que el tiempo que se ha vivido, la idea sobre la muerte nos ronda y se hace asidua. Cuando se  ha llevado una vida larga, como dijo la escritora Isabel Allende, sentir curiosidad por ver cómo y qué  es la muerte, es quizá la actitud más sensata que se puede llegar a tomar ante ella. Cormac Mc Carthy, el gran escritor estadounidense recientemente fallecido dijo que si en los temas de una obra no se toca la vida y la muerte, el resultado no sería interesante. De acuerdo.

 

 

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