Lo único que me gustaba de los cuentos de hadas eran las hadas. Las historias como tal… dependía de cada una en particular, pero por lo general no me gustaba que se viera a las mujeres, a las princesas, como un trofeo. El príncipe o caballero o lo que fuera emprendía una aventura gigantesca, se enfrentaba contra males, demonios y vayas tú a saber qué, derrotaba al dragón y a todas las fuerzas oscuras, y al final, la princesa estaría ahí, en la torre, esperándolo con los brazos abiertos como si fuera lo más lógico y natural del mundo.

Y la princesa estaba ahí, como si su amor y ella misma fueran un trofeo que se ganaba el chico.

Eso nunca me gustó. Me parece algo estúpido, sin ánimos de ofender. ¿Por qué deben hacer ver que el amor de alguien es un trofeo? ¿Por qué deben hacer ver que las personas son trofeos? La gente está con quien quiera estar, no porque alguien hizo algo impresionante y por ello se merece a esa persona. Eso es amor condicional, está ahí por esa razón, y en mi opinión muy personal no es sincero.

(Y si el amor que te une a alguien no es sincero, ¿para qué seguir con esa persona?)

La gente se enamora de quien se enamora por la razón que sea, pero no es porque hizo algo para ganárselo. No algo como luchar con un dragón, aclaro, porque eso de querer enamorar a otra persona es distinto y por mucho…

Pero sí, mi punto es ese: las personas no son trofeos. El amor no es un trofeo.

(…)

Cuentos de hadas

Cuentos de hadas

Te cuento esto particularmente porque estuve pensando en ello ayer o el día anterior. Cuando veía los cuentos de hadas, yo no quería ser la princesa que se quedaba esperando a que la rescataran en la torre. No en sí por mi independencia y todo eso, sino porque yo quería ser quien fuera a vivir las aventuras. Enfrentarme a dragones, cazar, pasar un puente que está por caerse con la amenaza de morirme ahogado en lava ardiente. Tomarme las pociones mágicas y esperar que de verdad funcionaran y que fueran las correctas…

Yo quería eso, ¿sabes? Las aventuras, lo emocionante. La adrenalina en las venas.

No quedarme esperando como una tonta a que alguien más me viniera a rescatar.

(…)

No digo que yo quería ser quien emprendiera las aventuras como si fuera a creer que después habría una chica en la torre del castillo cuyo amor de la nada merecería, me ganaría, o que ella que me amaría incondicionalmente o algo por el estilo. Y tampoco lo digo porque no soy una chica.

No, no, no…

Lo digo porque creo que eso quise siempre internamente: vivir. Salir al mundo y conocerlo, aunque en el proceso me partiera una pierna, me cayera un rayo encima y un burro se volviera mi mejor amigo.

(…)

Lo que quiero decir con esta nota es que pienso que todos deberíamos ser los príncipes de los cuentos de hadas: que salen a vivir aventuras. Que salen y descubren el mundo. Que pelean contra los dragones y hacen cosas asombrosas.

Pero no por

princesas o la promesa de que alguien los amará…

Sino por el simple arte de vivir.

(…)

Y en realidad no hace falta el título de príncipe para eso. No hace falta ningún título ni ningún honorario; lo que hace falta es las ganas de querer emprender aventuras. De intentarlo, fallar y volverlo a intentar. De no desaprovechar la única oportunidad que tenemos de vivir…

 

Lo único que falta es valentía.

Y ganas de querer comerse al mundo.

 

Nota: “Cuentos de hadas” es un ensayo del libro recientemente publicado por Violet Pollux titulado “Notas para El Amor De Mis Lunares”. Puedes encontrarlo en la plataforma digital que quieras, y también en físico a través de Amazon.

 

Sigue leyendo a Violet Pollux

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