Después de todo este tiempo, creo que hay ciertas cosas sobre mí que están bastante claras. Cuando escribo un artículo me enfrento a uno de mis múltiples miedos y cuando lo envío para publicar, le gano un nuevo asalto. Pero también siento que me desnudo un poco, que me hago más vulnerable, que me asomo a un mundo que casi siempre prefiero ver desde la ventana.

Quien haya leído mis artículos anteriores sabe mucho de mí, probablemente más de lo que cree. A veces me dicen que no saben qué creer, que en ocasiones piensan que la persona de la que hablo soy realmente yo, y otras que todo es ficción. Supongo que esperan una respuesta por mi parte, que les saque de dudas y les de un sí o un no que les deje todo claro. Nunca lo hago, permanezco en silencio y dejo que ellos mismos lleguen a sus propias conclusiones, sin darles una guía para recorrer mi historia. También hay quien me conoce, pero no puedo compartir su opinión, pues creo que sería una pista importante para el que se debate entre el mundo real o tal vez ficticio de mis letras. A todos vosotros, a los que paráis unos minutos y los dedicáis a observar los trazos irregulares y discontinuos que uso para bosquejar mi pequeño mundo, a todos sin excepción os digo que sí, me conocéis más, mucho más de lo que podáis pensar.

Hay algunas cosas que sí puedo deciros que son reales. Estoy divorciada, tengo dos hijos increíbles y el mayor de ellos padece Síndrome de Tourette, una de esas llamadas enfermedades raras y de cuyo diagnóstico os hablé en mi primer artículo, también puedo deciros que cada una de las palabras que podéis leer en él son reales. Aún hay días en los que tengo que sentarme y concentrarme en seguir “aprendiendo a respirar”, no es una lección que pueda decir que he superado en un solo día y ni mucho menos a la primera.

Fragmentos

Fragmentos

¿Y por qué os cuento todo esto? Porque hoy, al igual que hice el día que me senté, recordé y dibujé para vosotros aquel inolvidable viaje en coche, quiero continuar dibujando otro de esos viajes. También en coche, ha hecho que me dé cuenta de que estoy hecha de fragmentos, de pedazos que no son solo míos. Algunos sí, algunos se desprendieron, otros se rompieron y con el paso del tiempo he recolocado en lugares diferentes, otros continúan en su sitio, con el contorno bien dibujado de las piezas de un puzzle. Pero otros no me pertenecían antes, son de personas que han pasado por mi vida, que puede que por algún motivo desaparecieran de ella o que aún continúen a mi lado.

Reconozco que para muchos puede resultar algo obvio, las personas que nos rodean, que han formado parte de nuestra vida de una manera o de otra, han ayudado a formarnos como individuos, a ser como somos. Y ahora viene ese momento que quiero dibujar hoy, en el que llevo varios días pensando mientras saco punta distraída a mi viejo y cada vez más pequeño lápiz de bocetos. Estábamos todos en el coche, mis dos hijos detrás, mi actual pareja conduciendo y yo observando el paisaje por la ventana, volvíamos de un plan improvisado, de esos que surgen casi por accidente y que si se hubiese planteado cualquier otro día ni siquiera nos hubiese hecho salir de casa. Quién sabe por qué motivo aquel día funcionó, y en ese instante regresábamos tranquilamente. Entonces mi hijo mayor buscó una canción en la lista de reproducción y en cuanto comenzó a sonar, él y su hermano empezaron a cantar sin ningún pudor y a todo pulmón. Se trataba de una canción que le encanta a su padre y que suelen oír cuando están con él. Y la frase vino a mí sin avisar, “Cuantos pedazos de otras personas hay en mí…” El hecho de que yo cantase esa canción, de un tipo de música que nunca me había llamado la atención, de un grupo que solo conocía por el tiempo que pasé junto al que ahora es mi ex marido, a ese instante he de agradecérselo. Y cuántos más fragmentos habrá de él en mí, por fuerza y después de más 18 años de convivencia, muchos, y algunos de ellos estoy convencida que sólidamente encajados en un puzzle que no deja de cambiar, que está compuesto de piezas de diferentes cajas, que ha perdido algunas pero que encuentra otras nuevas y que gracias a ellas descubre lugares que hasta entonces habían permanecido vacíos.

Ahora me pregunto: ¿Cuántos fragmentos de mí habrá en otras historias? ¿Existirán otros puzzles incompletos al igual que el mío que tengan alguna pieza de mi dibujo encajada junto a las suyas? No tengo respuestas pero sí sé una cosa y es que a pesar de todo, de las partes oscuras, de las piezas perdidas, de las que aún están buscando su sitio o de las que lo encontraron hace tiempo, ese puzzle soy yo, llena de líneas incompletas, de trazos diferentes, de paisajes, de colores vivos y de sombras, de canciones e imágenes en blanco y negro, de letras y palabras incompletas, de lugares vacíos… Yo y muchas historias por escribir.

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