Siempre me he preguntado porqué a veces es tan difícil tener una buena comunicación con los demás, esto siempre ha existido en todos los niveles, en todas las culturas, no es de unos cuantos, no es de personas inadaptadas … pero ahora, en estos momentos en que se está viviendo una situación de emergencia a nivel mundial, no sé si te has dado cuenta que en esta época de confinamiento esta comunicación se ha vuelto aún más difícil, tienes que repetir varias veces al expresar tus ideas porque no te entienden o bien tienes que ser sumamente cuidadoso con lo que dices porque las personas están queriendo oir lo que ellas desean escuchar, y pareciera que están a la defensiva, ¿te ha pasado?

Me asusta un poco la idea de que se pueda perder aún más esta habilidad de comunicación

he estado meditando acerca de que cuando se vuelva a “La nueva normalidad”, ¿No habremos perdido también la habilidad de compartir y de socializar con las personas que nos rodean?

 

Hasta dónde seremos capaces de salir a las calles sin miedo de convivir, de volver a hacer nuestra vida, ya no como antes, claro está, pero si caminar libremente sin temor a que quien se nos acerque creamos que no es seguro estar cerca de él o ella y no sentir esa sensación de que estás desprotegido.

 

Esta falta de interés de interactuar con los que nos rodean, tal vez esté expresando el temor guardado que muchas personas sienten

por ejemplo es muy triste ver en algunas familias, que la poca comunicación que se tenía se ha ido deteriorando, pareciera que no quieren hablar del tema, se han ido alejando en vez de tener un acercamiento como se hubiera esperado.

 

El estar confinado no significa que tampoco se puede hablar para saber cómo la están pasando los demás, tus conocidos, tu familia, ¿Hace cuánto no tomas el teléfono para llamarle a tus cercanos? se ve reflejado en la casi nula relación entre hermanos, hijos, primos, nadie pregunta por nadie, es más pareciera que a nadie le interesa saber cómo el otro está sobrellevando esta difícil “experiencia de vida”, algo que nunca habíamos vivido.

 

Y precisamente como es algo que nunca hemos vivido, yo pensé que las relaciones humanas serían mejor, incluso más cercanas, con tan sólo el pensar que este virus te puede llevar a perder a un ser querido. ¡Pero ha sido al revés!

ahora todo está reducido a las redes sociales,

ahí sí puedes saber que el amigo, la amiga, el familiar todavía vive, seguro ahí viste un comentario, y puede que le des un like, o puede que le pongas un hola, pero no he visto que pregunten ¿Cómo estás, ¿Cómo te sientes? ¿Cómo estás sobrellevando este confinamiento? ¿Necesitas algo? A veces pienso que les da temor el tan sólo preguntar.

 

Me he dado cuenta de que cada uno ha elegido vivir en su burbuja, y fuera de esa burbuja sólo existe una comunicación superflua, aunado a que todo mundo está a la defensiva, en el Supermercado, en la calle, sabemos que un confinamiento de tres meses no es bueno para nadie, pero Bendito aquél que ha sabido encontrar el equilibrio, y que sólo observa …

 

El no mostrar conmiseración por los demás, creo que hace que la sociedad de por si intolerante, ahora esté a punto de la exacerbación, una NO consideración absoluta hacia los demás, y es muy decepcionante que sea parte del Ser Humano y si esto no hace que las personas sean más benevolentes, entonces no sé qué o quién lo logrará.

 

Tampoco me puedo imaginar qué más nos tocará ver y vivir,

pero si no ponemos un poco de atención hacia lo que nos rodea, si no nos hacemos conscientes de que no estamos solos, de que estamos acompañados, de que vibramos en una misma energía, unos más bajo, unos más alto, pero al final de cuentas es como si fuera el mismo cable conductor, entonces no podremos decir que al superar ésto ya seamos más sabios, más fuertes y tampoco podremos contar a las generaciones que nos siguen de qué forma fortalecimos a los más débiles, cuáles fueron nuestros retos, ¿solamente aguantar meses encerrados dentro de nosotros mismos?

 

Porqué no hacemos una introspección y darnos un minuto solamente para escuchar nuestro corazón, para retomar lo que es verdaderamente importante y a partir de ahí seguir nuestro viaje por la vida con atención, consciencia, y un constante aprendizaje. Es un viaje único que no se vuelve a repetir y hay que aprovecharlo al máximo  para ir fluyendo con el curso de los acontecimientos.

 

 

 

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