El papel de abuela viviendo con los hijos y nietos no siempre es fácil, se vuelve difícil cuando son los hijos quienes toman las decisiones pensando que tal vez es lo mejor para uno, pero no se detienen a analizar qué es lo que realmente queremos, nuestras opiniones no se toman en cuenta y si alguna vez tuvimos ilusiones, quedaron muy atrás.

 

Se acaban las consideraciones por alguna razón que no entiendo, ahora son los hijos quienes mandan y toman el papel de los padres y son ellos quienes ahora quieren educar. Nada les parece, no hablan con uno y si lo hacen es únicamente para corregir y regañar, y muchas veces los más pequeños toman esos ejemplos de desaprobación y falta de empatía con los abuelos.

 

Escogí estas palabras porque describen perfectamente los sentimientos cuando un abuelo se vuelve invisible a la mirada de su familia…

 

El día que me volví invisible

El día que me volví invisible

No sé qué día es, en esta casa no hay calendarios, y en mi memoria los días están hechos una maraña, me acuerdo de esos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de los santos, que colgábamos al lado del tocador. Ya no hay nada de eso, las cosas antiguas han desaparecido, y yo, yo también me fui borrando, sin que nadie se diera cuenta.

 

Primero, me cambiaron de recámara, pues la familia creció, después, me pasaron a otra aún más pequeña, acompañada de una de mis biznietas; ahora ocupo el cuarto de los trebejos, el que está en el patio de atrás. Prometieron cambiarle el vidrio rotode la “ventana” pero se les olvidó y todas las noches por ahí se cuela el vientecillo helado que aumenta mis dolores reumáticos.

 

Desde hace mucho tiempo tenía intenciones de escribir, pero me he pasado semanas buscando una pluma y cuando al fin la encontraba, yo misma volvía a olvida dónde la había puesto.

 

A mis años, las cosas se pierden fácilmente, claro que es una enfermedad, pero de ellas, las cosas, porque yo estoy segura de tenerlas, pero siempre desaparecen.

 

El día que me volví invisible

El día que me volví invisible

Cuando les hablo a mis nietos o hijos, no me contestan, todos platican sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos escuchando atenta lo que dicen, a veces intervengo en la plática, segura de que lo que voy a decirles no se le ha ocurrido a ninguno, y que les van a servir de mucho mis consejos.

 

Pero, no me oyen, no me miran, no me responden,entonces, llena de tristeza, me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar mi taza de café, lo hago así, de pronto, para que comprendan que estoy enojada, para que se den cuenta que me han ofendido y vengan a buscarme y me pidan perdón, pero nadie viene.

 

Vivo con mi familia, y cada día me hago más vieja, pero cosa curiosa, ya no cumplo años, nadie me lo recuerda todos están ocupados, yo los entiendo…ellos tienen cosas importantes que hacer.

 

Sin embargo, los quiero mucho y cada día a su lado es vida nueva para mí, disfrutar a mis nietos, aunque sea de vez en cuando y a regañadientes, poder tocar su piel, oler su aroma de bebés eso es una bendición que no cambiaría por nada!

 

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