Instantes previos al encuentro, los jugadores de uno de los equipos contendientes comentan la que será su indefectible derrota: “No hay nada que hacer. Son mejores que nosotros”. Dicho y hecho, el equipo en el que militan los susodichos jugadores acaba derrotado. “El juguete de moda estas Navidades, se espera se agote en los próximos días, dada la elevada demanda que se espera”, reza el titular de una noticia en un medio de comunicación de alcance nacional. Tras escuchar la información referida, miles de personas se dirigen a los grandes almacenes, logrando se cumpla el pronóstico del informativo, y en menos de 48 horas, el juguete se agote.

En ambos casos, la premisa inicial, condiciona al individuo y/o al colectivo, hasta el punto en el que se producen una serie de reacciones, que son las que realmente confirman lo que es una creencia, arraigada hasta tal punto, que se considera el resultado que anticipa dicha creencia como algo ineludible. No es tan importante la indefectibilidad de lo que pudiera ser tan solo una posibilidad, como el que las personas o grupos crean que no es una opción, si no una consecuencia inevitable, sin más alternativas que lo pronosticado suceda sí o sí. Cuando, referido al funcionamiento individual, se producen esas situaciones en las que el pronóstico futuro condiciona la acción del presente, confirmando la premisa inicial, estamos ante lo que en psicología se conocen como profecías autocumplidas, estrechamente relacionadas con la ansiedad.

¿Podrían haber ganados los jugadores del equipo que se consideraba inferior? Nunca lo sabremos. En principio, en un encuentro de cualquier deporte de una determinada categoría, se supone que existe la posibilidad de que cualquiera pueda obtener la victoria. ¿Se hubieran agotado las existencias de ese juguete en concreto, si el medio de comunicación no hubiera alertado de esa posibilidad, pero no presentándola como un hecho probable, si no como un hecho seguro? Quizás sí, o quizás no. La sola influencia de un medio no tiene por qué condicionar las ventas de un determinado producto. Pero si puede favorecer una determinada “psicosis”, en este caso entre los padres que desean regalar a sus hijos/as un juguete, y, como poco, alterar el ritmo de ventas del mismo, contribuyendo a una mayor celeridad en la rotura del stock del producto.

 

En la persona, la clave de las profecías autocumplidas es justamente que alteran la forma de pensamiento lineal causa-efecto, en el que un acontecimiento futuro es siempre consecuencia de una causa que lo precede. No puede el efecto afectar a la causa, por qué entonces estaríamos alterando el orden lógico y temporal de las cosas. Las profecías autocumplidas consiguen que el futuro, o más bien la interpretación que se hace de éste, imponga un presente, que ese presente no se rija por una causa situada en el pasado, y que esto provoque un futuro predicho con anterioridad.

El peligro de las profecías autocumplidas, en lo que a la Psicología se refiere, tiene que ver en la predisposición de las personas a realizar una determinada conducta, fruto de las atribuciones que esa persona hace sobre sí misma, sobre sus posibilidades, sobre sus capacidades, etc., pero también sobre las expectativas que deposita en su entorno y en los demás, normalmente, cuando hablamos de patología y/o trastorno, en forma de atribuciones en sentido negativo.

El desajuste entre la realidad de las situaciones, y como las percibe y vivencia una persona, pueden provocar en unas valoraciones y unas expectativas negativas, que cuando se producen de forma recurrente, pueden dar lugar a trastornos psicológicos tan significativos como la depresión y/o la ansiedad. La persona siempre, ante cualquier posibilidad, solo es capaz de valorar como posible aquella que más le desfavorece o más le daña, sin ser capaz de contemplar esa posibilidad negativa como una entre otras, otras que bien pudieran ser favorecedoras. Eso provoca la desesperanza, la resignación, el desánimo, etc., un comportamiento pasivo en la persona, denominado indefensión aprendida, y que tiene que ver con la sensación de no poder hacer nada ante una serie de situaciones aversivas, que son percibidas como inevitables. Entran estas personas en un círculo vicioso, del que es difícil salir.

¿Cómo podemos evitar esas “profecías autocumplidas, qué en un sentido negativo, tanto pueden condicionarnos? Os facilito unos consejos o pautas, que quizás puedan ayudaros, a la hora de afrontar decisiones y situaciones complejas:

 

  1. Rompe el círculo vicioso. Cada vez que sientes que nada puede evitarlo, que no puedes hacer nada para que una situación desagradable pueda ser distinta, sin quererlo estás contribuyendo a perpetuarla. Tu desánimo condiciona tu energía, tu motivación, tu predisposición. Y los resultados acaban siendo los esperados, no tanto por qué no pudieran ser distintos si no por qué tú no has hecho más que confirmar como inevitable algo que, con una actitud diferente, solo era una posibilidad.

 

  1. Relativiza en vez de generalizar. Nuestro cerebro busca simplificar los procesos, trabajar poco. Y eso lo hace a través de la categorización, generalizando situaciones que, sin ser iguales, tengan un parecido razonable. Pero, aún que existan similitudes, ninguna situación es idéntica, y aunque así lo fuera, no significa que la respuesta tenga o deba ser única.

 

  1. Valora alternativas posibles. En relación con lo enunciado anteriormente, trata de contemplar otras opciones, aunque, a priori, no sea lo que tu harías, no vayan con tu estilo, o difieran de tus valores. Ese ejercicio te permitirá, por un lado, flexibilizar tus posiciones estrictas, férreas, que, probablemente, sustentan las atribuciones negativas. Y, por otro lado, el simple ejercicio de abrir la mente a otras alternativas genera conocimiento, aprendizaje, y el poder visualizar el que hay otras formas de proceder posibles.

 

  1. Fracciona tus metas y objetivos en etapas. Otro de los problemas cuando pensamos que algo no va a ir bien, además de la atribución negativa, puede tener que ver con el haber fijado una meta que, tratando de alcanzarla de una vez, pudiera representar un esfuerzo excesivo. El hacer pequeñas partes, el trazar un recorrido con metas intermedias, puede hacer que, cuando afrontes el último tramo, sea ese último esfuerzo más asumible. Además, haciéndolo así, provocamos un cambio en la forma, en la estructura de una situación problemática, que puede hacer que la veamos de manera diferente, evitando así esas atribuciones negativas.

 

  1. Háblate, razónate y aprende. Creedme, como estrategia de afrontamiento, es genial. Cuando te sobrevengan esos pensamientos intrusivos, crea ese dialogo, que puede ser mental, más interior, o, si lo precisas, incluso en voz alta. Confronta las posibilidades, repítete que, además de eso que invade tu mente, que te dicta que hacer en forma de rendición ante una supuesta evidencia irremediable no es tal, y que existen otras alternativas. Es muy positivo conseguir reflexionar, pensar, razonarnos a nosotros mismos el porqué de lo que vamos a hacer, para matizar o incluso evitar una acción que, de otra manera, hubiera sido cuasi refleja, en forma de acción/reacción.

 

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