Desde que nací allá por la segunda mitad de los 70, siempre he tenido alrededor libros y cómics. Exagerando podría decir que las hojas de un cómic fueron mi primer pañal. Aprendí a leer muy pronto y muy pronto también me convertí en un buen lector, con toda la afición que puede tener un niño, o más todavía, si es que puede darse esa circunstancia.

Décadas después sigo en las mismas, valorando los dos medios de expresión artística y de comunicación con cada molécula de mi mismo. Nada tienen que envidiar al cine, aunque tampoco son excluyentes. Todos, junto a la música y otras artes cuentan historias y transmiten sensaciones y emociones, es lo que nos hace humanos, lo que nos hace sentir como seres vivos del reino animal, más o menos lo que somos, aparte de unos seres que buscan en silencio asilo político en una biblioteca.

Todas esas cosas que leemos nos ayudan a vivir, porque vivir también es eso, no es sólo andar deambulando por ahí, ir de viaje, hacer el Indiana Jones, o preocuparse exclusivamente de ganar cantidades desorbitadas de pasta. También sentarse un rato y surcar otros universos con ayuda de las viñetas y de los párrafos es vivir, es pensar, y es sentir. Si no me creéis, preguntad a los millones de chupaletras como yo con los que compartís planeta.

 

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