Existe una canción cuyo nombre es pupitre marrón, y narra lo que nos pasa en el secundario a modo de nostalgia.

Sólamente usé ese pupitre en mi primer año, ya que en los subsiguientes los pupitres eran los comunes, con un lugar debajo para guardar los útiles, los de madera marrón ya habían caído en desuso.

Pero la secundaria fue algo más que un pupitre, fue el duro tránsito de la primaria con dos o tres materias, a tener diez materias, distribuidas alternativamente en la semana.

Además de ese duro pasaje, (en aquella época lo sentía así) los recuerdos se me vienen a mi mente con la fuerza de la nostalgia.

Las compañeras , los profesores, las anécdotas propias de una juventud deseosa de compartir, de demostrar , de buscar .

Era un mundo aparte, una especie de capullo , rodeada de cariño, a veces de discusiones, pero siempre de la lealtad que se respiraba en aquella época.

Los exámenes sorpresa, los orales, el profesor que no me quería , todos los otros que eran pasibles de un recuerdo hermoso .

Difícil, casi imposible resumir cinco años en unos renglones, al secundario, a mis compañeras, mis profesores les debo el hecho de haber superado mí timidez , el encierro en mí misma , el encontrar mí vocación.

Cómo todo lo hermoso, es efímero, y es así que esos cinco años se esfumaron tan pronto como parte de la vida.

Agradezco a Dios y a mis padres , haber podido estudiar en ese Liceo N4 de  señoritas, Remedios Escalada de San Martín, del cual guardo un recuerdo tan grato como las ansias de llorar que se conjugan al mirar las fotos de aquella época .

Es cierto , uno debe saber aprovechar lo bueno, porque así se transforma en una tabla para poder remar en un mundo que se debate en guerras, hambres, carencias, y en el que sólo Dios nos puede proteger y guiar.

El capullo se abrió, ya la flor se ha marchitado y debo guardarla en algún libro como señalador de la etapa más importante , el secundario.

 

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