Que no te engañen. No dejes que te hagan creer que el odio no se ha soltado la melena y disfruta de la suave brisa desde la cima de una sociedad cada vez más muerta.

Por desgracia, esto es así. Nos cuesta reconocer que el amor está en peligro de extinción, hecho un ovillo detrás de un arbusto y como única estación, el miedo.

La culpa no es de Donald Trump

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Pero, supongo que esto es lo que ocurre cuando te pasas la vida esperando a que aparezca esa persona que te enseñe a amar de verdad; cuando escuchas sin descanso que el amor no se busca, que es él quien te encuentra; cuando aplazas el cariño hacia los demás; cuando, incesantemente te recuerdan la importancia de las matemáticas para tu vida y lo necesarios que son los idiomas para aprender a marcharte de tu país, pero nadie, ni por casualidad, te enseña la fórmula para que un abrazo dure siempre, ni tampoco cómo se eriza una piel al aprender el lenguaje de unas manos acariciándose… ¡Que va el odio y se apodera!

 

¡Despierta!

Que la vida es una calle sin salida donde el tiempo es muy indeciso.

Que los ‘te quiero’ que no digas hoy, mañana puede que sean impronunciables.

Que no sonreír nos vuelve vulnerables

Que los abrazos cortos alargan la soledad.

Que alimentarnos de odio nos mata de hambre.

Que la falta de ternura activa automáticamente nuestra inhumanidad.

Que el amor que no busques, no vendrá para salvarte.

 

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