Es difícil leer tantas acusaciones sin sentirte involucrada, aún recuerdo mi encuentro con un ser de éstos que creen que las oficinas son territorio de machos, de esos cuyo comportamiento niega, o trata de negar, el valor a las mujeres en el ámbito profesional que, aunque superficialmente tenga una máscara de deseo sexual no es otra cosa que el mero y genuino ejercicio del poder en un cerebro que, sin importar el sexo, carece de valores.

Podría contar la única vez que me sentí realmente desvestida con la mirada, acosada, pero desde entonces tuve asesoras maravillosas que me enseñaron a gritar ¡NO!, a correr de ese lugar y pedir ayuda, pude hacerlo, y me gusta leer que aquellas mujeres que “tuvieron” que decir que si están saliendo al quite defendiendo sus derechos. Cuando salí corriendo de aquel lugar que no menciono porque ame trabajar ahí, me entere que no había sido la única, éramos muchas mujeres que habíamos “renunciado” por no encontrarnos con semejante tipo, que tenía una cantidad de trastornos psicológicos que más que miedo daba pena el pobre. Sin embargo, como buen hombre empoderado tenía de compadre a la persona indicada y él lo defendió siempre de sus despreciables aspiraciones.

Lo increíble no es el hecho de denunciar, lo que vale es el calvario que pasan las victimas posterior a ello, donde la gente además de juzgarlos pone en duda su credibilidad y moralidad, como si de ello dependiera o no la denuncia; el acoso es una conducta tan común que hay comportamientos permitidos, que no son denunciados por ser “normales”, pero que generan consecuencias tales como que una víctima modifique su conducta, su manera de vestir, tenga baja productividad, verguenza y sentimientos de culpa, o sea, además de ser acosadas deben asistir al trabajo con estas consecuencias y quedarse calladas para no importunar el ambiente laboral o a la persona en cuestión que, insisto, no es más que un ejercicio de dominación y control por tener el poder.

Es importante hacer una pausa, no confundir nunca el acoso con LA SEDUCCIÓN, son dos temas completamente opuestos, con una diferencia abismal en las consecuencias, el acoso genera asco, repulsión, rechazo a la persona que lo genera; la seducción en cambio genera interés, coqueteo y consensualidad, es muy importante que sepamos esta diferencia y más importante tener la ética y deber moral de no utilizar nunca este concepto como un arma. Es la primera vez en la historia que se tiene un movimiento tan abierto respecto de la presión en ejercicio del poder y que tantas personas superan el miedo a ser señaladas por exhibir a su acosador. Es un logro admirable donde el acosador pasa a ser el señalado, se rompió el silencio y ahora quien ejerza el poder debe replantearse hasta donde puede ejercer ese poder sin ser acusado, cambio la palabra acoso por acuso y eso es alentador.

Aquí viene mi interés en remarcar la necesidad imperiosa de fomentar valores en los niños, en los universitarios, incluir materias que exalten la ética, la moral, la filosofía, (no religión) que defiendan la libertad sexual pero con los límites de la cordura y la razón, como lo mencione ya, no hay que confundir la seducción con el acoso pero para que haya seducción debe ser un juego entre iguales, donde el que tiene el poder se quite la investidura del cargo y juegue sin temor a ser rechazado porque ni el cargo, ni el dinero, te hacen irresistible, ni un seductor en toda la extensión de la palabra, si recibes un “no” por respuesta, no puedes tomar represalias, debes entender que la empatía sexual no la da el tener, la da el ser, volvemos a los valores, si eres un ser humano capaz de recibir un “no” por respuesta, entonces no tienes complejos, pero si el recibir un “no” te detona una imperiosa necesidad de venganza, no eres más que un depredador sexual que pretende pisotear a su víctima a como dé lugar por el simple placer de saber que puedes hacerlo.

En el mes de la mujer, felicito a todas esas mujeres que de manera ética y valiente se han atrevido a alzar la voz, levantar la mano, evidenciar a todo aquel que, en un indebido ejercicio del poder, se ha convertido en un patético acosador.

 

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