De mis Recuerdos…

Cuando nací corría el año de 1930, vi la luz por primera vez en un Hospital de la ciudad donde estaban mis padres de paseo y ahí les tomó por sorpresa la visita de la “cigüeña”, ahí seguramente que ya me urgía venir a este mundo, rompiendo así desde mi nacimiento con los cánones establecidos, nacer en un hospital no era muy de costumbre, ya que en esa época lo más común era tener los hijos con la intervención de parteras (mujeres con título médico que iban a la casa a ayuda en la labor de parto y a traer al bebé a este mundo). Me cuenta mi madre que yo fui la primera hija de un matrimonio formado por un hombre Español y una Mexicana nacida en el Estado de Veracruz.

Mi madre siempre fue una mujer de mucho carácter porque mi padre con una carrera de Ingeniero, siempre estaba trabajando en la construcción de carreteras y por lo regular estaba alejado del hogar dejando en cierto modo la responsabilidad de la educación de los hijos a la esposa. Responsabilidad que ella asumía y con el tiempo sus esfuerzos dieron frutos ya que formó a 4 hijos, todos ellos llenos de cualidades y valores excepcionales.

Cómo era la vida en 1930

Cómo era la vida en 1930

Me gusta presumir que a mi edad, cuento con una extraordinaria memoria, lúcida y con capacidades al 100%, me encanta recordar una y otra vez, cómo fue mi infancia, por ejemplo entre las muchas historias que cuento a mis hijos y nietos es que en una ocasión mi padre me llevó al circo que cada cierto tiempo llegaba al pueblo donde vivíamos, y como se acostumbraba en ese entonces, los domadores de leones saliera a dar su fabuloso espectáculo, al otro día quise imitar como el león se subía a una silla, pero para mí mala suerte me caí fracturándome la muñeca derecha, obviamente llegó mi madre, que antes de cualquier explicación me regañó por andar haciendo travesuras,  en esos tiempos no se acostumbraba mucho visitar al médico del lugar sino para casos sumamente urgentes y en caso de una verdadera enfermedad, por lo que me llevó con una señora “sobandera” a que me arreglara el brazo con sebo  (especie de manteca), me colocaron una venda y listo! … sin embargo a los pocos días el médico que tenían enfrente fue a ver a uno de mis hermanos que estaba enfermo y al ver mi mano preguntó que me había pasado, se le explicó y le dijimos que ya la habían curado, obviamente con la mano hecha una bola dicha curación no había hecho ningún efecto! fue entonces que el doctor ordenó que me llevara por la tarde a revisión y por supuesto salí con un yeso que me sanó al poco tiempo.
Mis padres como todos los de ese entonces eran muy enérgicos y la única distracción que teníamos en casa después de comer era hacer tareas y estudiar las clases que seguían para ir adelante de los demás niños, un día normal era levantarse a las seis de la mañana bañarse, arreglarse, desayunar e ir a la escuela caminando más de un kilómetro (entonces en el pueblo donde vivíamos no había transporte público) vivíamos a la entrada del pueblo, caminábamos a un costado de la carretera para llegar al centro de la ciudad, siempre iba acompañada por mi hermana dos años menor y asistíamos a un colegio exclusivamente de niñas.

 

Saliendo de clase era el mismo recorrido caminar hasta llegar a casa y ya mi mamá tenía la comida preparada, a lo lejos se podía oler la exquisita sazón que siempre acompañaba con unas tortillas de harina dulces o saladas hechas a mano, con el fuego de la estufa de carbón, tan útil en su cocina. Al terminar  de comer nos esperaban tareas que en forma inexorable teníamos que cumplir:  Regar un jardín grande del cual éramos encargadas de cuidar, tenía aproximadamente 100 plantas de muy bonitas flores que regalamos y a cada planta le correspondía una cubeta con agua, en aquel tiempo mis padres consideraban que no había nada mejor para la educación de los hijos que mantenerlos entretenidos y sintiéndose útiles, así que gran parte de la tarde se nos pasaba en estar yendo a llenar la cubeta para cada planta. Teníamos un enorme recipiente que se llenaba con un chorro de agua de la llave y esa era nuestra planta de riego rudimentaria.

Terminando esta labor hacíamos la tarea para que cuando mi padre llegara del trabajo él la revisara, ahí no había que “no me dejaron tarea” porque él estaba al pendiente todos los días, y no había modo de escaparse a “tan penosa” labor… alrededor de las 6 de la tarde merendábamos, pan, chocolate, avena, café con leche, las deliciosas tortillas de harina. Como en ese tiempo no había televisión, la única distracción aparte de todas nuestras actividades, era después de la merienda escuchar los programas de cri-cri, (un personaje mexicano que componía canciones especialmente para niños) y a las 8 de la noche ya estábamos en la cama listas para conciliar el sueño.

Los sábados y domingos cuando había feria en el pueblo nos llevaban a mí y a mi hermana menor que era con la que más convivía nos encantaba subirnos a las sillas voladoras, y si había circo, también íbamos, muy pocas veces fuimos al cine, solamente unas 2 ó 3 veces. En la feria disfrutábamos de los clásicos algodones de azúcar, y de cuanta golosina típica se vendiera, ahí se nos iban las monedas que podíamos ir ahorrando cada domingo.

Cómo era la vida en 1930

Cómo era la vida en 1930

Anécdotas tengo muchas, peleas con hermanos, correcciones por parte de mi madre que por ser la mayor terminaban en severas reprimendas, pero hay una que nunca olvidaré  y que fue aquél día en que las pocas amigas que me dejaban tener fueron a pedir permiso para que fuera con ellas a leer unas revistas, cuando íbamos caminando por la vereda, yo veía que algo se movía entre la maleza bastante crecida que bordeaba el camino al llegar al lugar de reunión, en vez de revistas sacaron cigarros porque me iban a enseñar a fumar, yo no tenía ni idea de lo que era un cigarrillo, y al darle la primera fumada me tragué todo el humo lo que me provocó un ataque de tos, y las revistas que iban a leer sirvieron para echarme aire.

Llegando a casa ya mamá me esperaba con una buena azotaina, ella estaba enterada de todo, porque lo que se oía entre la maleza era mi hermano menor que iba escondido siguiéndonos para ver que hacían, y se regresó contándole a mi madre que su hermana había fumado, ni siquiera que se andaba ahogando. Así que cuando las amigas me pasaron a dejar, ya me esperaba el cinturón acostumbrado de los castigos, y así entre travesuras ciertas y acusaciones de los hermanos tuve una adolescencia llena de aventuras que recuerdo con mucho cariño.

Tuve una deliciosa infancia y una adolescencia llena de peripecias con los hermanos menores, que siempre me mantuvieron ocupada con regaños más de mamá que de papá, y con la responsabilidad enorme de ser la mayor, mi padre nunca nos pegó, él era el encargado de vigilar y la que ejercía el poder era mi madre como se acostumbraba en ese entonces.

Puedo decir que a pesar de que tuve una infancia difícil, con algunas carencias o comodidades como las que se tienen actualmente, fue una época feliz que considero no me dejó ningún tipo de trauma o rencores dentro de mi corazón, amé mucho a mis padres, agradecí todo lo que Dios me ha dado, y creo que esto es lo que me ha permitido a mis 86 años vivir una vida plena, llena de opciones y elecciones que he hecho a lo largo de mi tránsito por este mundo, y de las cuales no me arrepiento y que si tuviera que volver a elegir sin duda alguna esta sería de nuevo mi mejor elección!

Mi mejor consejo que puedo dar sería: Crece sin miedos, sin resentimientos y sobre todo agradeciendo lo que la vida te va dando¿Será la clave de mi longevidad?

 

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