Caminan por ahí, camuflados entre el resto de la gente. Exteriormente no se diferencian, son como cualquier otro ciudadano, pero cuidado. Muchos de vuestros amigos, parejas, vecinos, y compañeros de trabajo pueden albergar en su interior a un abyecto vicioso de las palabras impresas que a duras penas se contienen en su textual pulsión.
Pero que no cunda la alarma social aún. Estos especímenes no son tan difíciles de identificar, hay ciertos indicios muy reveladores que pueden hacer que se les caiga la máscara de normalidad con la que estos degenerados se disfrazan:

  • Suelen acudir con asiduidad a las bibliotecas públicas, a dar rienda suelta a sus instintos. Si por alguna razón acompañas a uno de estos ejemplares, acabarás mareado ante sus constantes paseos entre las estanterías. Puede pasar horas allí, contemplando sus adorados libros, con expresión de impúdica satisfacción.
  • Cuando ven televisión, analizan la narrativa de lo que sea que estén viendo, ofreciendo a continuación una crítica, aunque esta no sea en absoluto solicitada ni deseada.
  • A menudo llevan bandoleras o mochilas en cuyo interior guardan algún libro, que sacarán para leer a la primera oportunidad. Les es indiferente en donde se encuentren, ya sea en estaciones de tren o autobús, que en la cola del supermercado, e incluso… ¡en plena calle!
  • Si vives en pareja con uno de los afectados por este fenómeno, observarás con exasperación que cuando empieza un libro no lo suelta. Se las arreglan para no dejar de leer ni un segundo, aunque tengan que llevárselo a la hora de hacer aguas menores.
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Esas son algunas de las pautas para la detección de esas personas, además de la más básica y recurrente, que es la desconexión del mundo exterior durante todo el tiempo que dedican a la lectura, que no es poco. En ese estado es inútil hablarles, pues están sumidos en el mundo imaginario que el libro describe. En esos momentos no son receptivos a estímulos auditivos, sólo prestan atención cuando han experimentado el subidón literario y aparcan su vicio… momentáneamente.
Se han observado casos realmente recalcitrantes en los que son incapaces de despegar el libro de sus manos incluso a la hora de hacer el amor con sus parejas. Los casos realmente graves, llegan incluso a escribir sus propias creaciones, además de leer, armados con tinta y papel perpetran sus propios textos con los que intoxicar el mundo, máxima precaución con estos, ¡los peores de todos ellos!
Porque lo que pretenden es eso, sumirse en su vicio e intentar propagarlo, esgrimiendo libros y libretas en todo momento y lugar, incluso en bares en donde emiten partidos de fútbol, su osadía y herejía no tiene parangón.
Si conoces a alguna persona aquejada de este mal, es cuestión de tiempo que trate de inocularte su perversión, aprovechando cualquier momento de flaqueza por tu parte para convertirte en un literadicto, al igual que ellos. Suerte, valor, y mucho cuidado por ahí fuera con estos depravados seres.

FINAL-LEER

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