Tras haber cogido un barco partía él hacía Camogli, que debía su nombre a las “case delle mogli “ “la casa de la mujeres), por las esposas que quedaban en tierra, cuando sus maridos se hacían a la mar, considerado un autentico pueblo de pescadores, cuajado de tantas villas ornamentadas de trampantojos, un pintoresco lugar, donde se conservaban todavía las artes de pesca tradicional como la Tonnara di Punta Chiappa, sinónimo de una red grande y compleja, colocada entre Camogli y San Fruttuoso, que servía para pescar atunes, entre abril y septiembre, utilizadas desde el siglo XVII. Ya subía él al cercano San Rocco di Camogli, un pueblecito rodeado de ricos olivares, donde empezaba el sendero que atravesaba el monte de Portofino, cuyo pueblo estaba dotado de un impresionante paisaje, enaltecido de tan hermosas villas de color pastel, con contraventanas verdes y paredes ocres, cuya meta era desfrutar del jardín del Castello Brown, con tan preciosas vistas al espumeante mar. Otras veces, rodeaba él el fascinante mirador del promontorio de Portofino, que según, Plinio El Viejo, durante el Imperio Romano, tuvo el nombre de Portus Delphini … caminaba él deliciosamente por la red de senderos de forma tan lineal, con visión telescópica, capaz de apreciar, a la vez, lo diminuto y lo grandioso, para deleitarse de vastos y tan hermosos paisajes, que se divisaban desde este etéreo lugar, sintiéndose en ese mágico momento, uno vivo fulgor, sentido en todas sus

La carta de Goya
arrebatadoras entrañas y engarzado con tanto ímpetu, en toda su viva sensibilidad estética-ética, subyugada al poderoso influjo de la belleza pura. Era cuando se encontraba él, acompañado del supremo anhelo de conocerse mejor, de descubrirse en nuevas y enriquecidas señas de identidad… y, ante todo, procurar ser mejor persona, al interactuar con el [macro]cosmos, que giraba de forma tan dinámica a su alrededor.
Inmediatamente empezaba él a teclear un e-mail, de género epistolar, en digna simbiosis entre la razón y la visión, pero con gran fuerza simbólica, ya que se encontraba inspirado, en ese exacto instante, por la tan vívida contemplación de su endiosada y atractiva Selene, como fuente inagotable de torrencial inspiración. El susodicho e-mail, iba, supuestamente, dirigido a su preciado amigo que, existencialmente, oteaba también con perspectiva de águila, otros horizontes, allá muy lejos, por tierras de América Latina.
Empezaba él, escribiendo esta disertación epistolar:
Lunes creciente 3.12 p.m. mañana
Mi preciado amigo,
“Como si de una plegaría se tratara, muy plagada de tantas bendiciones, quitando, ante todo, cualquier resquicio de maldición, te deseo con todo mi corazón, que estés bien y que tu vida, se desarrolle de forma muy positiva. Y que no haya ningún lugar en tu sui generis vida, para el anidamiento de la tan lúgubre desdicha… en una época demasiado turbia, que va marcada por el terrible compás de una compleja crisis socioeconómica y moral. No se va a poder salir de esta cris, sin haber hecho posible todos los cambios cualitativos de naturaleza profunda , en términos culturales, políticos y sociales. Habrá que cambiar de paradigma en una sociedad postsocial, calamitosamente inmersa en una situación posthistórica.
Como deseo provenido del interior de mi alma, te deseo que la dichosa rueda de la fortuna, te regale siempre a raudales, las mayores y más prometedoras venturas,…en el galopante fluir de tu [micro]cósmica existencia, por este errante planeta Gaya. Este es mi sincero y más cordial deseo hacia ti, amigo mío. Te recalca, este singular individuo, inmerso, en un pensamiento mítico que rechaza las incertidumbres y las ambigüedades de toda la consciencia crítica, pues él sabe que al anestesiar la propia razón, da inmediatamente libre vuelo a todos los monstruos, que el genial pintor Goya, ha representado pictóricamente como murciélagos o lechuzas… habiendo que sacar de nuestras cabezas, de nuestras ínfimas vidas, todos los “murciélagos” que nos habitan de forma tan soterrada”.
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