Y Capadocia, había sido la tierra de unos hermosos caballos, pues en la antigüedad estos nobles animales corrían libremente por sus angostos valles, ahora metafóricamente llamados de valle blanco, valle del Amor, valle de las rosas, valle de las palomas, valle de las espadas, valle de Ilhara y valle rojo.

Y era en Capadocia, donde su indómita naturaleza, fue esculpida por las erupciones de lava, piedra y cenizas, de los volcanes Erciyes (3916 metros) que fue adorado por los hititas, que se instalaron en Capadocia entre los años 1800 y 1200 a.C.  donde casi siempre había nieve en su cumbre, por eso, era llamado también como la Montaña Blanca y también por el volcán  Hassan Dagi (3268 metros) de altitud, que habían tenido lugar durante decenas de miles de años atrás, debido al choque entre la pesada placa Arábiga con la más ligera placa Anatolia.

Los Caballos de Constantinopla

Los Caballos de Constantinopla

Y posteriormente hubo tantas lluvias torrenciales,  fortísimos vientos e incluso muchos terremotos,  que unido al paso del tiempo y a la erosión, moldeó unas extrañas formaciones rocosas, surgiendo de tales cambios geológicos una  inmensa cantidad de tofa, compuesta de lava ceniza y barro, cuya acción humana al excavar y perfeccionar todo aquello producido por la indómita naturaleza, dio lugar a muy hermosos habitáculos troglodíticos.

Era de facto un extraordinario paisaje rocoso, en el que destacaban surrealistas formaciones pétreas de distintas alturas, cuyas agujas rocosas recubiertas por sombreros de toba más dura, recibían el nombre mágico de “Chimeneas de las Hadas”. Durante la terrible época, en que los árabes con sus razias persiguieron tan inexorablemente al cristianismo, toda la población cristiana de las provincias bizantinas de Asia Menor habían buscado protección en este aislado lugar, excavando en la blanda toba, tantísimas viviendas, monasterios, iglesias y ermitas rupestres, adornadas de suntuosas pinturas murales.

La enigmática y recóndita Capadocia, era un extraño país de las maravillas, donde la mano de la naturaleza había tomado la toba volcánica, dándole formas tan bizarras como jorobas, pirámides irregulares, conos surrealistas, elevándose a una altura de tres o cuatro pisos, teñido cromáticamente de un vigoroso color rosado arenoso.  Y Capadocia, era la más preciada y majestuosa joya de Anatolia, envuelta en una atmosfera de misterio,  moldeada por unas increíbles formaciones rocosas de aspecto cónico “Peri Baculari” [Chimeneas mágicas], y realzada con sus espectaculares formaciones de toba (ceniza volcánica endurecida) erosionada donde, por doquier, se encontraban tantos restos de capillas ocultas, que fueron talladas en la roca, rebosantes de delicados y tan hermosos frescos, cuyo rico pasado fue literalmente olvidado, hasta que un día un sacerdote francés descubrió en 1907,  las recónditas iglesias excavadas en la roca.

Estas capillas bizantinas, se traducían en una prueba inquebrantable de la fuerza de la fe cristiana, que se había establecido por estos recónditos y sugestivos lugares, hacia el siglo IV.  El irreal y enigmático paisaje de Capadocia, había creado en las cercanías de Ürgüp, muchas formaciones alargadas,  de pedestal o cónicas, con las columnas coronadas por un material más duro,  formando colinas cónicas de colores, a veces de hasta 50 metros o formaciones de pedestal, donde la masa de basalto descansa sobre una afilada columna de toba o formaciones cónicas, en que la erosión deshacía la toba que había bajo el basalto, cayéndose, posteriormente. Durante un cálido amanecer, bajo la sugestiva leyenda Capadocia desde el Cielo, gozosamente y habiendo unas condiciones especialmente favorables, ya volaba él ubicado en la cesta de un emblemático y colorido globo aerostático, para flotar con el viento sobre unas vistas  inolvidables,  formadas por tantos pináculos en forma de castillos, siendo unos deliciosos paisajes sin paragón, sacando al mismo tiempo, una gran colección de fotos con su analógica camera Lomo Diana.

“Durante la terrible época, en que los árabes con sus razias persiguieron tan inexorablemente al cristianismo, toda la población cristiana de las provincias bizantinas de Asia Menor habían buscado protección en este aislado lugar…”

Y habían pilares teñidos de rosa, y habían ciertos acantilados, y habían conos volcánicos, y habían chimeneas de hadas y habían espectaculares gargantas, mostrándose todo el Valle de Göreme, transfigurado simbólico paisaje lunar prácticamente desprovisto de arboles, en un vasto lienzo pictórico de luces cambiantes, repleto de gargantas de tonos rosa y miel, y muchas formas caprichosas formadas por conos e infinitas paredes rocosas repletas de enigmáticas oquedades, que se comunicaban secretamente entre sí, siendo en su verdadera esencia una especie de museo al aire libre, considerado como uno de los conjuntos monásticos más fascinantes de todo este volcánico y mágico entorno.

Y fueron erigidos en su mayoría desde el siglo IX, en adelante, cuyas treinta y seis iglesias, fueron edificadas en la toba volcánica, mostrando de forma tan deslumbrante unos magníficos y luminiscentes frescos bizantinos, que describían ciertas escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, en especial escenas sobre la vida de Cristo y las excelsas obras de la vida de varios Santos.

 

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