UNIÓN EUROPEA, MIGRACIÓN

En 1944, todavía no terminaba la Segunda Guerra Mundial, cuando Bélgica, Holanda y Luxemburgo, firman el Tratado de Londres, que creaba la Unión Aduanera, que esperaban, les brindara mayor fortaleza, frente a los embates que las batallas por el reacomodo de Europa, se desarrollaban cada vez con mayor frecuencia y violencia en el centro del continente, era la búsqueda de poder competir en mejores condiciones comerciales y financieras, teniendo como plus, el libre tráfico de personas y servicios.

Cuando, Jean-Baptiste Nicolas Robert Schuman y Jean Omer Marie Gabriel Monnet, buscaban un mecanismo para evitar nuevos enfrentamientos, estudiaron el funcionamiento que tenía el BENELUX, y lo replicaron, pero como primer paso, solo en los temas que más enfrentaban a las naciones, carbón y acero, nada más, logrando la integración de Italia y Alemania, obviamente la francesa y el primer rechazo de Londres; con ello el Tratado de París de 1951, dio inicio a una nueva era en la historia de la humanidad, conformando la Comunidad Europea del Carbón y del Acero.

La evolución positiva de la organización fue creando acuerdos, que ampliaron el ámbito de competencia del organismo, fue en 1973 cuando después de muchas negociaciones y trabajos diplomáticos, realizados prácticamente en todos los niveles, Francia liberó el veto para que Reino Unido ingresara junto con Dinamarca e Irlanda, a la entonces Comunidad Económica Europea, en este momento, la consolidación económica era mayúscula, ya que contaba entre sus integrantes, con tres de las cinco principales economías del mundo, un avance fundamental.

En la década de los ochentas, se unieron, Grecia, España, Portugal, y en los noventas Suecia, Austria y Finlandia, Noruega lo hizo en dos ocasiones, pero en referéndum sus ciudadanos lo rechazaron y no se concretó su acceso, ya en este siglo, ingresaron, Bulgaria, Chipre, Croacia, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, República Checa, y Rumania, hasta conformar veintiocho, en 2013; este último crecimiento, se hizo con naciones exsocialistas, que hasta hacia muy poco tiempo eran consideradas enemigas, dándose el caso de que algunas pertenecían a la misma Unión Soviética.

Es importante está cronología ya que podemos ver que, la Unión de hoy, no nació de la noche a la mañana, sino que ha sido un proceso lento, y que se ha conformado de acuerdo a la consolidación de diversos procesos culturales, económicos, políticos y sociales.

Los Tratados de Maastricht en 1993, establecieron entre otras cosas el Euro, como moneda única en toda la Unión Europea y los acuerdos Schengen, que permiten el libre tránsito de los ciudadanos por los países de la Unión; la moneda única, fue rechazada por Dinamarca, Reino Unido y Suecia, pero el transito libre de personas, a regañadientes para algunos, pero al final todos lo aceptaron, fortaleciéndose en 2009, con la entrada en vigor de los acuerdos de Lisboa.

Indudablemente, los avances concretos en los países pertenecientes a la Unión han permeado a todos, a través de los fondos de cohesión, las naciones en su momento más rezagadas como Irlanda y Portugal han crecido lo que no habrían logrado por si solas, lo mismo las ricas como Alemania y Francia venden lo que no imaginaban, ha sido un ganar-ganar.

La migración es el Talón de Aquiles. La llegada de gente de todo el mundo a Europa, atraídos por los elevados índices de desarrollo humano, ha comenzado a rebasar todas las previsiones hechas con anterioridad, el estancado ingreso de Turquía, las exclusiones que se pusieron a los países que ingresaron en 2004, la fuga de Reino Unido tiene todo ello que ver con la deficiente gestión de la migración en Europa.

Hace pocas semanas, el gobierno italiano comenzó a negar la entrada a barcazas repletas de personas, actualmente el gobierno húngaro de Viktor Orbán, promovió y aprobó la ley que criminaliza la ayuda al migrante, lo cual atenta directamente el Artículo Primero del Tratado de Lisboa, que estipula “La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto a los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes en los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres”, por ello es que el Parlamento Europeo aprobó sanciones, que deberán de ser ratificadas por los jefes, en el Consejo Europeo, donde seguramente no pasarán.

Es tiempo que Europa y sus líderes, políticos, culturales, sociales, investigadores, empiecen a tomar decisiones sobre que hacer de forma resolutiva, el desarrollo económico de regiones como el MAGREB, deberán ponerse en la mesa.

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