“Lo contrario al amor no es el odio, sino el miedo”, dice un aforismo que entraña una gran verdad.

Dentro de la enorme gama de emociones que experimenta el ser humano, las dos principales son el amor y el miedo, y las demás se derivan de estas dos fuentes. De hecho, sólo el amor existe; así como la oscuridad es ausencia de luz, las emociones destructivas surgen por una carencia de amor. Una de las grandes falacias que intentan vendernos en nuestra cultura, es que debemos hacer algo para merecer ser amados y en ese orden de ideas, condicionamos nuestra capacidad para amarnos y expresar el amor, a la aprobación que podemos encontrar o no, en los demás.

Creemos que tenemos que ser perfectos para ser amados. En este concepto está implícita la creencia de relacionar al amor con algo bueno, y parece una obviedad, sin embargo, en la mayoría de los casos no nos hemos detenido a cuestionarnos qué entendemos por bueno. Cuando juzgas algo como bueno, necesariamente estás condenando una parte tuya opuesta a que permanezca en la sombra. Estás negando una parte tuya que ni siquiera conoces. Y así terminamos obligándonos a hacer o a aceptar algo que no nos gusta porque queremos “ser buenos”, porque queremos corresponder a esa creencia que está sembrada en el inconsciente y que nos tiraniza, precisamente porque no sabemos con qué está relacionada. Hay muchas personas que pasan toda su vida procurando “ser buenos” y lo que consiguen es hacerse mucho daño y heredar como legado el sufrimiento. Gran parte de nuestras creencias y comportamientos son heredados y no nos imaginamos hasta qué punto estamos repitiendo la vida de otros, simplemente ejecutamos esos patrones de pensamiento como programas automáticos.

Mejor que ser bueno es ser pleno, y esto se logra reconociendo y aceptando todas nuestras caras. El amor incondicional empieza con nosotros mismos.

El amor incondicional

El amor incondicional

Comúnmente asociamos dos conceptos al amor: el dolor y el sufrimiento, ¿cuál es la diferencia? El dolor es una emoción que hace parte de nuestra capacidad para experimentar la vida, y es purificador, en el sentido de ser un llamado a regresar a la unidad de la que venimos; también puede representar un alto en el camino que nos señala que estamos yendo en la dirección equivocada y podemos hacernos mucho daño. Una de las formas en que el dolor puede presentarse en nuestra  vida es a través de una ausencia, en la añoranza por un ser amado que ya no está con nosotros, bien sea por una ruptura o su desaparición física. Aquí se nos plantean dos vías: una es utilizar el dolor como un factor de transformación que nos ayuda a entender el verdadero significado del amor mismo: no necesitamos tener a alguien físicamente a nuestro lado para poder amarlo, no necesitamos poseerlo para amarlo. El otro camino es el sufrimiento, ver en la separación una pérdida y utilizarla para no avanzar. El sufrimiento puede definirse como la adicción al dolor. El amor no crea ataduras, pero un sentimiento de culpa sí puede generar apegos.

Cuántos dicen amar porque se aferran a un recuerdo, y detrás de ese recuerdo lo que hay es remordimiento por algo que se cree que se debió hacer y no se hizo, o por un error que no se alcanzó a corregir.

El amor no es posesión. El verdadero amor surge cuando se acepta la libertad del otro y se asume la propia libertad. La flor no se esfuerza por atraer a la mariposa, simplemente abre sus pétalos y exhala su perfume, disfruta del tiempo en que la mariposa está posada sobre sus pétalos, pero no intenta retenerla o se convertiría en una flor carnívora. La mariposa es libre de irse cuando le plazca. Es parte del ciclo natural de la vida, ambas deben continuar su viaje y una de las estaciones necesarias de ese viaje, es la muerte. Las dos cumplieron con su propósito de vida que fue el encuentro.

No se puede evitar el dolor sin renunciar al amor. Para trascender el dolor, hay que estar dispuesto a vivirlo y cruzar a la otra orilla para descubrir lo qué hay al otro lado.

Lo demás es apego, dependencia emocional y manipulación, “si haces esto te quiero si no, no”; “tienes que ser de determinada manera para que yo te ame, si no, es que no mereces ser amado”.

El amor es incondicional o no es amor. Sin embargo, no se trata de la excusa que utilizan muchas mujeres para justificar el abuso al que se someten. No hay que salir a buscar el amor, el único lugar en el que podemos encontrarlo es en el interior de cada uno; el amor que encontramos en el exterior es reflejo de nuestro amor propio.

 

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