El infierno, nos dicen desde pequeños, es el lugar donde iremos si nos portamos mal, si vamos en contra de la normativa social, y en general si pecamos contra los mandamientos de la ley de Dios, pero nunca nos cuentan cómo actuar cuando la vida misma es un infierno.

Para un niño el infierno es obligarle a comer verduras y como Mafalda a tomar la “sopa”,

Infierno se vive cuando la novia te deja o te reemplaza, en la antesala de un examen, cuando las deudas te ahogan la vida es un completo infierno, una enfermedad se puede convertir en tu infierno, la droga maldita es el infierno de muchos jóvenes y gente enredada en esa maldición. Hay situaciones menores que podrían ubicarse en el purgatorio, el matrimonio, por ejemplo, tiene todos los estados: gloria, cielo, purgatorio, inferno, hay que lograr no llegar a acompañar al diablo en el infierno.

Hablando de enfermedades, todo el mundo está viviendo esta pandemia del Covid 19, un infierno para las personas, los adultos, los profesionales de la salud y la economía mundial.

Increíble que mucha población quiere de todas maneras ir al infierno desatendiendo las recomendaciones de bioseguridad,

por fortuna ya llego la vacuna en tiempo récord desarrollada.

El hombre siempre ha tenido una gran curiosidad por la vida después de la muerte. En la antigua Grecia, uno de los temas más fascinantes de la literatura era precisamente el descenso al inframundo, o parábasis. Los héroes griegos -Orfeo, Odiseo, Enea, Heracles- iban al reino de ADE para cumplir una misión, obtener conocimientos religiosos o, simplemente, para probar la experiencia mística de morir antes de la muerte física. Pocos partían, poquísimos volvían de este mundo oscuro, cuyos accesos se encontraban en puntos geográficos concretos, como por ejemplo el Lago de Averno, en Nápoles, que ocupa el cráter de un volcán extinto cuyos gases tóxicos provocaban la muerte de los pájaros que intentaban anidar cerca. Algo parecido sucedía en la mitología nórdica, en la cual los espíritus podían volver a la tierra para resolver los asuntos pendientes con los vivos,

incluso los relacionados con el amor. Durante la Edad Media las poblaciones nórdicas aún erigían piedras rúnicas en memoria de los difuntos, que se convertían en un punto de encuentro entre este mundo y el de los espíritus. Así, en el siglo XIV.

También en el antiguo Japón el miedo y el más allá eran dos conceptos que iban ligados. Solo que en el país nipón los infiernos budistas eran distintos, todos con nombres terroríficos como el infierno de la sombra de arena negra, el infierno de pus y sangre, y el infierno de zorros y lobos.

¿Y en Egipto? Decenas de artículos no bastarían para describir el peligroso viaje hacia el reino de Osiride. Pero si había una cosa que preocupaba a los antiguos egipcios tanto como el viaje era el destino: de hecho, ninguno de ellos deseaba pasarse toda la eternidad trabajando. Por eso se hacían enterrar con los ushebti, estatuas funerarias que hacían las tareas del difunto en el más allá, un estratagema que hacía más placentera la vida eterna.

Así las cosas, el infierno está en todas partes, en todas las cosas, en toda la vida,

Aun no se si podremos evitarlo; no iremos al infierno, más bien hay que salir de él

. ¿Cuál es el tuyo?

 

 

 

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