Hemingway un bebedor que iluminó con su presencia bares de leyenda como” El Floridita en La Habana”, o el “Harry’s Bar de Venecia”, narró como pocos los desastres y la poesía del alcohol.

 

Sus personajes dejan sus botellas de vino en riachuelos para mantenerlos fríos para luego beberlos con una trucha asada en una fogata; hay algo idílico en sus tragos, pero cuando narró los horrores del gin tonic, el vino y el whisky, se ensañó en la figura de su gran amigo: Francis Scott Fitzgerald.

En “París era una fiesta” hay dos narraciones en las que el pobre Scott cae fulminado por la bebida. En sus excursiones por la campiña francesa, el autor de ‘El gran Gatsby’ (Donde sus personajes beben como dioses), termina tirado en la cama y sin memoria. Hemingway narra cómo pierde el conocimiento después de una botella de montagny, cómo se pone triste e hiponcondríaco con el whisky y pide sin cesar un termómetro para comprobar que no está cerca de la muerte,

“Cualquier cosa que bebiera parecía estimularlo en exceso y luego envenenarle”.

Fitzgerald y su esposa Zelda, otra bebedora de miedo, tuvieron finales espantosos.

Su vida como pareja estuvo marcada por los tragos. Vivieron de borrachera en borrachera en los locos años 20 y una década después. Zelda murió en un incendio en un hospital psiquiático y Fitzgerald murió a los 44 años.

Hemingway, por su lado, nunca dejó de beber, con los años empezó a perder la memoria y esa incapacidad tan notable para un escritor –tanto como la impotencia– lo llevó a meterse en la boca una escopeta de doble cañón y a dispararla con el dedo gordo del pie. O al menos esa es una de las tantas teorías de los motivos de su suicidio, pero además de sus obras y de su leyenda, dejó grandes cócteles.

Hemingway solía decir: “Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquirí en La Floridita”.

“El hecho indiscutible es la adoración del autor de ‘Adiós a las armas’ por el coctel que, según cuentan, creó en 1898 el ingeniero norteamericano Jennings Cox con los ingredientes que tenía a la mano para agasajar a un visitante: Bacardí Carta Blanca, azúcar y limón y que fue bautizado como Daiquirí, en honor de la bahía de la provincia santiaguera donde trabajaban. La receta pasó por muchas manos entre hoteles y tabernas hasta llegar, décadas después, al cantinero Constantino Ribalaigua Vert, del bar habanero La Florida o Floridita”, cuenta Rincón.

En sus indagaciones, Rincón encontró que, en su paso por La Habana en 1928, Hemingway se topó con las cinco variantes que el coctelero catalán hizo de la creación de Cox. La clave del éxito: Hielo triturado (No en cubos), limón exprimido a mano, y adiciones como licor de marrasquino, un toque de jugo de naranja e incluso granadina. Por las limitaciones que le imponía la diabetes, el autor pidió una versión menos dulce y más cargada de alcohol. El resultado: El famoso coctel ‘Papá doble’ (Papá por el apodo con el que ya era conocido, y doble por la dosis reforzada del licor). Y aunque la historia del mojito de La Bodeguita del Medio no tiene tanto color como su daiquirí en Floridita, el deleite de Hemingway por el alcohol tuvo otro correlato que vale la pena reseñar.

Su libro sobre las corridas de toros, ’Muerte en la tarde’, fue inspiración para un coctel con el mismo nombre, que el mundo conoció en el libro ‘So Red the Nose or Breath in the Afternoon’, una colección de preparaciones creadas por autores famosos. La receta, sencilla, estaba compuesta por absentay champaña helada, de la que el escritor sugiere ‘Beber entre tres y cinco, lentamente’.

Jean Paul Sartre, por su lado, “No sólo bebía en abundancia”, como recuerda Felipe Ossa,

“Sino que recurría a las pastillas, como el Corydrane, y se tomaba veinte al día. Su dieta de todos los días consistía en dos paquetes de cigarrillos, varias pipas de tabaco negro, vino cerveza, vodka, whisky, doscientos miligramos de anfetaminas, café, aspirinas y barbitúricos. Era una apuesta entre su obra filosófica y su salud”.

Pero sin duda, el maestro de la literatura canalla del alcohol, fue Charles Bukowji.

En sus novelas, su alter ego, Henry Chinaski, bebe sin freno. “Vida, marcadas por la marginalidad, soledad, peleas callejeras, fracasos amorosos, cientos de horas muertas

 

en el hipódromo de Santa Anita, la oscura suciedad de habitación cochambrosa, borracheras provocadas por el vodka y el vino barato y, como contrapeso a esos ambientes rudos, la música de grandes compositores de música clásica que salían del parlante de algún radio destartalado”.

En 1987, Barbet Schroeder hizo una preciosa película basada en Bukowski, Barfly‘ (Mariposas en la noche), con Mickey Rourke, pero el filme más poético sobre borrachos es “Leaving Las Vegas”, de Mike Figins, protagonizada por Nicolas Cage, y basada en la novela autobiográfica de John O’Brien.

Se quedan muchos literatos, poetas y demás que he llamado Escritores Destilados fuera de este escrito,

Porque no sólo hay que leer sino…BEBER literatura.

 

 

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