Era una vez una Oveja

que se perdió por el monte

de tanto buscar un árbol

para rascarse la oreja.

 

No les digo, no les cuento

cuánta gente anda buscando

a la oveja Benjamina

por agua, por tierra y cielo.

 

Balan la madre y las primas.

Y el tío, que es diputado,

en la cámara reclama

a la oveja Benjamina.

 

Lo busca la policía

Con un gendarme en el frente,

saltando entre los juncales

de la noche al otro día.

 

Vinieron treinta bomberos,

cada cual por un camino.

¡No sé para qué se meten

si nadie hablaba de fuego!

 

La maestra Rosalía

Escribió en el pizarrón:

“a buscar aula por aula”.

No se aprendió Geometría.

 

Los alumnos hacen cuentas:

“ocho por cinco, cuarenta”

¿Y la oveja Benjamina?

No se encuentra, no se encuentra.

 

Suman asnos, restan vacas

multiplican cien hormigas,

y dividen por dos cifras

Las gallinas batarazas.

 

¿Qué fue lo que sucedió?

Muy fácil: que Benjamina

se ha dormido en la cuneta,

soñando que se durmió.

 

Y que, en estando dormida

se le olvidó la balada

que cantaba con guitarra

recostada, en una esquina.

 

La balada que anunciaba:

“toda oveja se despierta

cuando tocan la campana

y este recreo se acaba”.

 

De “20 poemas de humor y una Canción Disparatada”, Editorial Servilibro, Asunción, 2006.

 

Sigue leyendo a Alejandro Bovino

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