sola1-02No sé hasta qué punto es buena idea escribir cuando la rabia y la impotencia son los que guían la pluma sobre el papel. Cuando se desliza tan rápido que sabes que las letras que salgan serán ininteligibles incluso para ti. Pero es que a veces no queda más. A veces miras a tu alrededor y lo único que encuentras es dolor, y tienes ganas de salir a la ventana, a la calle, a cualquier sitio, sin importar donde, y gritar “¡YA ESTÁ BIEN, YA VALE!” pero a quién se lo dices, a quién le reclamas ese sufrimiento que ya no se puede comprender. No existe una ventanilla con un trabajador al que decirle “¿No ve que se está equivocando? ¿Que está cometiendo un error? ¿Que ya es suficiente?”

Esto lo escribí hace un par de días y desde la perspectiva que da haber sustituido la rabia por una tristeza profunda y pesada, he de decir que todo es cierto, sobre todo lo indescifrable que me ha resultado mi propia letra, porque escribir a veces es como golpear, con rabia, sin comas, sin espacios en blanco, sin descanso.

Tampoco encuentro a ese buen funcionario al que solicitar educadamente una hoja de reclamaciones para que compensen tanto dolor injusto. Y no estoy hablando de mí, porque para mí lo cierto es que ya hace tiempo que no busco nada. Soy solitaria o todo lo que me permiten serlo al menos, me cuesta dar mi confianza, la vida me ha enseñado ciertas cosas de mala manera. Pero no soy rencorosa y reconozco que también me ha ofrecido sólidos cabos a los que agarrarme, un par, distribuidos tal vez tan irregularmente y con tanta distancia entre ellos que a veces me he mantenido demasiado tiempo aferrada a uno para coger aire y asegurarme de que mi mano sería capaz de sostenerse en el siguiente. Me ha permitido encontrar joyas escondidas en el camino, tanto que si hubiese apartado la mirada un instante probablemente habría pasado de largo y me las habría perdido para siempre. Pero no ha sido así y ahí están, conmigo, sin fisuras, sin pedir nada a cambio, soportando mis miedos, compartiendo mis momentos, recogiendo mis pedazos cuando yo ya no puedo con ellos. Es de ellas de quien hablo, no son mis amigas porque incluso ese nombre se les queda pequeño, forman parte de mí y no concibo esta vida ni ninguna sin ellas.

sola2-03Mis lágrimas no son siempre mías, a veces les pertenecen a ellas, a esas personas mágicas sin las que no me habría mantenido en pie, que forman parte de mi historia, que me empujan y sostienen cuando creo que voy a caer o que simplemente se sientan a mi lado a esperar, a saber, que necesito para levantarme de nuevo. Y de repente la vida, de nuevo esa jugadora tramposa que parte siempre con ventaja, te obliga a verlas empequeñecer mientras sufren, sin darte opción a llevar ese peso con ellas, a compartirlo, porque sabes que hay dolores que te vacían lentamente, que se llevan parte de ti y que te harán cambiar para siempre, que te impedirán ser la misma persona, que te obligan a congelar una parte de ti porque de lo contrario no podrías continuar. Un dolor que se mantiene agazapado muy dentro, que, aunque pase el tiempo sabes que continuará ahí y que si algún día escarbas solo un poco te encontrarás cara a cara. Ese dolor has de pasarlo a solas, y te aleja incluso de quien te está sosteniendo.

Te veo pelear cada día mi niña, intento agarrarte fuerte para que notes que estoy a tu lado, que no voy a marcharme, porque, aunque sepa que esta es tu pelea no puedo mantenerme fuera del ring mirando y busco esa maldita ventanilla donde encontrar una explicación, un por qué a todo esto, e intento golpear más fuerte contra la roca para asegurarte un mejor agarre cuando puedas volver a saltar. Porque no estás sola y cuando recuperemos las fuerzas, juntas encontraremos la manera de ganar la siguiente partida.

 

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