Eran los gorriones, los tilos y los azahares de los naranjos

pisoteados en las veredas. Aljibe de olores.

Y tu juventud, y la mía y la de nosotros.

Era el brillo del crepúsculo de la luna llena, explosiva

instigando a las hormonas, provocando a las arenas de la playa

a reflejar su luz ya reflejada,

y se burlaban los cabellos brillando más,

y los dientes nacarados, impúdicos,

se mostraban descarados con las risas,

cuando el agua leona del río era un ancho desierto plateado.

Eran los asados en los elásticos de las camas turcas, los brindis,

y nosotros saltando en el aire con nuestras ilusiones

acariciando el cerebro.

Nuestras miradas titilando por un poco de humo en los ojos,

un compañero había llegado al principio del camino,

tenía un haz de arco iris en sus manos.

Era tu juventud, y la mía y la de nosotros,

chorros de vientos ocupando cada intersticio de la vida.

de esa ciudad, de esa época, de esa generación.

La sombra del hombre quebró la luz, no pudo quebrar

esas hebras de tiempo.

Aún, entre las tinieblas de los años, diviso el pasado.

Es la vida, la vida suspendida en el cosmos,

la piel de mis dedos quieren acariciarla, no puedo

sí mis otros sentidos, que deshilachan, navegan el tiempo.

Así,  quedó transparente, invisible en el aire,

tu juventud,  la mía y la de nosotros,

cuando el  agua leona del río era un ancho desierto plateado.***

 

En Antologías y “ Diario de los poetas” Marzo 2010

 

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