Resistir es una palabra que se ha puesto en práctica aún sin darnos cuenta desde hace casi 17 meses.

La poética resiliencia que tanto estuvo en la boca de todos por mucho tiempo, se quedó en el pasado por la verdadera prueba ante la adversidad. Y es que mundo siempre ha habido y habrá, pero los cambios y movimientos que experimenta, no le afectan para nada a este planeta como nos afectan a nosotros. El problema es que somos antropocéntricos y “creemos” que modificamos el destino del planeta con nuestra sola existencia y paso por el, ignorando toda la maraña del universo que ha disuelto estrellas desde siempre.

Lo curioso es que ni siquiera hemos experimentado aún los horrores que se vaticinan en todas las posturas apocalípticas, new age y conspiranoicas (“el mundo en manos de malvados”, no se vale así ya estaba) Claro que hay hambre, hay guerra, hay escasez. Pero también hay materialismo, indiferencia y opulencia descarada. Creemos que seremos culpables de nuestra propia extinción y luego llega un bicho minúsculo, ni vivo, ni muerto que nos enseña que somos un cúmulo de rituales asquerosamente ridículos a los que llamamos vida y libertad.

La realidad es que estamos secuestrados en la cárcel del, egoísmo y eso no nos deja vincularnos realmente con el otro, argumentamos querer reunirnos para en realidad estar distantes y fríos, nuestra diversión más preciada es pasearnos entre metros de vidrieras y aparadores que nos muestran mundos a los que solo unos pocos pueden acceder. Nuestros vínculos románticos quedan saciados por la mensajería instantánea, dejamos nuestra vida y salud en manos de extraños, esperamos un “salvador” que nos diga que ya todo acabó y podemos volver al mundo de antes, al mundo del que nos quejábamos en otro mundo, un mundo paralelo, un mundo virtual que tiene más voz que el indigente de la esquina que no tiene ni pan, ni techo, ni smartphone.

Casi hemos conquistado el derecho de hacernos de todos los placeres imaginables a costa de dejar nuestras necesidades en la calle, nos violenta el pensamiento diferente, nos insulta que alguien nos cuestione, creemos que imaginar es lo mismo que pensar y participamos de cientos de pequeños delirios colectivos que se llaman ideologías.

Y es entonces cuando un virus aparece…y nada, el virus se reinventa, nosotros no.

 

 

No Hay Más Artículos