Iba llegando [paulatinamente], la diáfana aurora, tras el dilacerante reinado de tan negruzcas tinieblas, bajo una cerrada y oscurecida noche, húmedamente, arropada, por un impenetrable y hermético silencio. Ya bullía, poquito a poco, el luminoso fragor de tan flamante y estival amanecer, con las matutinas...
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