Trabajar como informático implica que mi día a día gire alrededor de la tecnología, desde computadoras y consolas hasta softwares y smartphones, todos teniendo un elemento en común: el Internet. ¿Quién iba a pensar que esta herramienta en la que inicialmente nadie creía, pasaría a adueñarse de casi todos los aspectos de nuestra vida? Vivimos en una sociedad extremadamente conectada, en donde utilizamos esta herramienta para resolver desde los problemas más insignificantes que puedan llegar a presentarse, hasta cuestiones mucho más complejas como la economía mundial o los sistemas de transportes propios de cada país. Esta realidad despertó una duda en mí, ¿qué pasaría si el mundo se quedara sin Internet durante un día? ¿Es tan grande nuestra dependencia a la red que este suceso desencadenaría un caos total? ¿Cómo reaccionarían las sociedades? ¿Podría ser algo positivo?

¡Auxilio!, un día sin Internet

¡Auxilio!, un día sin Internet

Primero que nada, decidí analizar si este escenario es factible. Para mi sorpresa, resulta que es mucho más posible de lo que yo imaginaba. Los ciberataques son una realidad, lo hemos comprobado en más de una ocasión. El nivel tan alto de conectividad al que estamos sujetos, ha provocado que un ciberataque de tal magnitud deje de ser visto como una utopía. Además, existen otros factores fuera de nuestro control que podrían dejarnos sin internet, tal como una tormenta solar capaz de destruir celdas de poder, sistemas de computación y satélites, dejándonos sin conexión por varios meses.

Ahora bien, imaginemos que un día algún hacker ruso se levanta con el pie izquierdo y, para generar un poco de dopamina en su cerebro, decide insertar en la red un software maligno que afecte los routers, provocando que el tráfico en la red quede bloqueado y desencadenando una ola de ansiedad y pánico en todas las orillas del mundo. ¿Qué pasaría? Dejando de lado el hecho de que la gran mayoría de adolescentes del mundo caerían en una depresión que les impediría dejar su cama, o funcionar correctamente, es un hecho que el mundo como lo conocemos hoy en día sufriría varias limitaciones.

Para empezar, la economía. El hecho de que las transacciones se realicen a través de la Red, provocaría que las Bolsas dejaran de abrir. Además, la parte del sector financiero que funciona a través de la red tal como los fondos de inversión, simplemente dejarían de operar. Las tarjetas de crédito dejarían de funcionar, así como los cajeros, impidiéndonos sacar dinero y afectando de manera directa al mundo de los negocios. El comercio electrónico sufriría pérdidas de 2,000 mdd, afectando a gigantes de la industria como Amazon, el cual factura 372.6 mdd cada día, además de perder de forma definitiva copias de seguridad de datos muy valiosos y ver inevitablemente afectadas sus redes privadas, las cuales están sujetas a la conexión de Internet.  En fin, la economía mundial prácticamente se paralizaría.

En cuanto a los gobiernos, el nivel de afectación dependería mucho para cada país. Corea del Norte probablemente podría controlar mejor las consecuencias de este atentado ya que la conexión a la red global está completamente controlada por el gobierno, pero otros países como España, México, Brasil, Alemania, Francia sufrirían grandes consecuencias.

Empezando por los sistemas de transporte, los cuales quedarían completamente suspendidos ya que el monitoreo de trenes y vuelos sería imposible. Es decir, 87,000 vuelos se quedarían en pista al no poder controlar el tráfico aéreo. Las herramientas de control de tráfico, como semáforos o cámaras de control, así como cualquier centro de control de un ayuntamiento serían inservibles.

Después, la seguridad del país. Hay que tomar en cuenta que muchos Estados utilizan redes que son accesibles a través de Internet y, en caso de un ataque, su funcionamiento quedaría afectado, poniendo en peligro la seguridad del país. Su interrupción simplemente desencadenaría un caos. Incluso sectores como el sanitario se verían afectados, ya que cada vez es más común recurrir a historiales médicos electrónicos por la fiabilidad de su precisión.

¡Auxilio!, un día sin Internet

¡Auxilio!, un día sin Internet

Por último, a nivel personal. Estas horas de obscuridad representarían un alto nivel de estrés a la generación que nació con un smartphone en mano, aquellos nacidos a partir de 1995, que no saben cómo resolver ningún tipo de problema sin la existencia de la tecnología. Los baby boomers sentirían menos el impacto, ya que tuvieron una infancia analógica y una madurez digital, lo cual les permitiría adaptarse y sobrevivir a la catástrofe. A diferencia de los nativos digitales, ellos no verían perjudicada su capacidad para comunicarse, tomar decisiones o transmitir información.

Este apagón nos dejaría con una interminable lista de correos por enviar, 500 millones de tweets no podrían ser enviados, 70 millones de fotos en Instagram nunca serían compartidas, unas 4.750 millones de publicaciones no serían posteadas en Facebook, se dejarían de enviar unos 10.000 millones de mensajes, más de 4.000 millones de videos no serían reproducidos en YouTube y miles de series y películas perderían a su audiencia.

En fin, este experimento confirmó algo que yo, y seguramente muchos de ustedes, ya sabíamos desde hace varios años: nos hemos vuelto demasiado dependientes de Internet. Nuestra vida diaria gira en torno a él, desde querer saber el clima, monitorear nuestro ejercicio, realizar transacciones, hasta conocer gente nueva o comunicarnos con personas que ya conocemos. Aunque un ataque como éste desencadenaría caos en las ciudades y dentro de varias industrias y sectores, no sería definitivo. Hay que recordar que la humanidad en su totalidad, en algún momento de la historia era capaz de vivir sin Internet, sin esta dependencia enferma a una nube que controla y almacena cada uno de nuestros movimientos. Aunque a estas alturas suene imposible, eventualmente seríamos capaces de adaptarnos a un mundo sin Internet. Y lo mejor de todo sería que a nivel personal regresaríamos a vernos a los ojos mientras hablamos, a comunicarnos en la vida real sin necesidad de pantallas, a abrir un libro, a armar un rompecabezas, a jugar en el parque, a escribir una carta, a dormir sin insomnio.

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