Yo aún estuve presente en aquellos buenos tiempos donde los docentes eran profesionistas tratados con respeto. Ahora les puedo asegurar que esa época ha cambiado y los que trabajamos en la educación podemos observar el poco valor que algunos padres de familia y alumnos tienen a los docentes de cualquier nivel educativo, área o especialidad.

Los docentes ya no tienen razón

Los docentes ya no tienen razón

Ciertamente la docencia es una vocación en la que muchos han entrado, pero pocos han logrado ser verdaderos profesores (a estos últimos haré referencia). Un gran número de aspirantes ingresan al mundo de la educación creyendo que es fácil y terminan dándose cuenta que no es así; algunos llegan a ella de casualidad o por necesidad, y en el paso descubren que era su destino final; muchos otros conocen esta pasión a temprana edad y la fortalecen con esfuerzo, paciencia y perseverancia. En cualquier caso, la entereza con la que los docentes comparten no sólo información, sino habilidades socioemocionales como valores y actitudes, es una capacidad que no cualquiera posee y que sin embargo, es fácil de menospreciar.

Y es que el principal problema con algunos docentes es que dicen la verdad, pues dentro del salón de clases es fácil observar hábitos y valores promovidos por la familia y que, muchas veces. son evidencia del mal funcionamiento de esta; mostrar esta verdad y sobre todo aceptarla, es lo que lleva a algunas personas a realizar críticas contra los educadores. Sin embargo, los buenos docentes serán siempre aquellos que alzan la voz en favor de sus alumnos y se preocupan no sólo por las calificaciones sino también por su bienestar psicológico.

En los últimos años son más los casos de padres de familia que sobreprotegen a sus hijos cuando éstos comenten alguna falta dentro del centro escolar; siempre será más fácil deslindar responsabilidades de la familia y designarlas a agentes externos. Estos son los mismos niños y jóvenes que han aprendido a perder el respeto a la autoridad y que si, hacemos una investigación dentro del hogar, también han perdido el respeto hacia sus padres.

Teniendo como premisa principal que la educación comienza en casa, retomemos las buenas costumbres de honrar a quienes se lo merecen. Sembremos las bases de la educación en nuestro hogar por medio de valores, actitudes, pero sobre todo con el ejemplo vivo. Si tenemos la suerte de contar con un buen profesor (a) para nuestros hijos, seamos pacientes y encontremos caminos de comunicación asertivo, escuchando propositivamente e informándonos en vez de especular.  Recordemos con gusto a aquellos maestros que nos dieron más que sólo conocimientos, aquellos que nos educaron con el corazón.

 

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