La apegada nostalgia
no se separa de mi,
como ese sudor frío y pegajoso
que suele acontecer
en periodos de fiebre.

Camino a otro lugar
donde la maldad
este enterrada,
sepultada bajo tierra
a muchos metros
de profundidad.

En ese lugar
con el que he soñado
en tantas ocasiones,
anhelando un sitio
en donde la alegría
y la paz se conjuguen reinando
entre todas las penas y tristezas
del hombre.

Las esperanzas recobradas,
las expectativas positivas,
las intenciones motivadoras,
que hacen de los hombres
iconos de superación.

Bajo el sol que nos da la vida,
el agua y los campos nos sustentan,
y la luna envuelta en la noche
nos hace la vigilia y nos vela,
y a través de nuestros sueños
despertemos en ese otro lugar
con el que he soñado
en tantas ocasiones.

Ese lugar.

Se llama deseo.

 

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