Como dice el refrán: no hay fecha que no se cumpla…. Mañana, Donald Trump asumirá el cargo de Presidente de los Estados Unidos. Que los rusos hackearon el sistema para favorecer su triunfo; que 63 millones de estadounidenses no lo aceptan como su presidente; que existen conflictos de interés que lo inhabilitarían para el cargo; que Rusia tiene información comprometedora sobre él; que no está capacitado para ejercer su función… nada cuenta, Donald Trump será el Presidente número 45 de la Unión Americana.

Y si bien el mundo entero está atento a las implicaciones económicas, políticas y sociales que derivarán de este hecho, México  empezó a sentir ya las consecuencias. Las amenazas de Trump se irán concretando: la construcción de un nuevo muro en la frontera, la renegociación o denuncia del Tratado de Libre Comercio con América del Norte y la deportación de al menos 2 o 3 millones de mexicanos indocumentados, penden sobre México y los mexicanos. Y esto ocurre al tiempo que vivimos al interior un momento crítico que pone en riesgo la estabilidad social ante el hartazgo de la ciudadanía por las erráticas políticas económicas, los abusos, el despilfarro, la corrupción y la impunidad con la que han actuado nuestros gobernantes y la clase política en su conjunto. Difícil coyuntura.

 

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México empezó a sentir las consecuencias de Trump con el cierre de empresas en EEUU.

Para México, el pasado 11 de enero, dijo el Presidente Enrique Peña Nieto, en el marco de la Reunión de Cónsules y Embajadores “se inicia una nueva era en las relaciones bilaterales con nuestro vecino del norte”. Ciertamente así será y, como sabemos, los augurios no son buenos.

De hecho, las amenazas de Trump han empezado a cumplirse. El muro se construirá, aunque tengan que financiarlo inicialmente con su presupuesto y, luego, pasarnos la factura de una u otra forma – pago o impuestos – . Al respecto, en la citada reunión de Embajadores y Cónsules, el Titular del Ejecutivo dijo: “Es evidente que tenemos algunas diferencias con el próximo gobierno de los Estados Unidos, como el tema de un muro que México, por supuesto, no pagará”, aseguró.

No entiendo por qué el asunto del muro se ha centrado en la cuestión del pago. La construcción del muro es en sí misma un acto de hostilidad contra México y los mexicanos. Un acto contrario a las políticas de buena vecindad entre dos países que comparten no sólo una larga frontera –ya amurallada por cierto en dos terceras partes- sino una amplísima interacción que involucra la vida de millones de personas en ambos lados de esa línea fronteriza. Hoy viven en Estados Unidos 25 millones de mexicano- estadounidenses y 11 millones de inmigrantes – 5 de ellos indocumentados-A su vez, México alberga un gran número de estadounidenses: más de un millón, entre estudiantes, directores, gerentes, profesionales, hijos de mexicanos retornados y pensionados, según un informe del Consejo Nacional de Población (Conapo) en 2015. Existen, por ello, lazos indisolubles que unen a los dos países. Además, la agenda bilateral es extensa, abarca migración, comercio, educación, salud, medio ambiente, combate a grupos criminales – narcotráfico , tráfico de armas, trata de personas, financiamiento a grupos delictivos – y por supuesto, seguridad. México ha sido – a querer o no-  un fiel aliado de los intereses estadounidenses en la región y en el mundo. Por ello, el muro de Trump es un acto hostil y hay que expresarlo así, fuerte y claro, ante el mundo.   

Por lo que se refiere a nuestra relación comercial, los efectos de la anunciada revisión del TLCAN que el gobierno de México aceptó con el término de necesaria “modernización”, se han adelantado por la presión de Trump sobre empresas estadounidenses en México –Carrier, Ford, Chrysler, entre otras – logrando inhibir sus inversiones en nuestro país, aunque a veces mediante subsidios que pagarán los contribuyentes estadounidenses. Sobre este tema, nuestro Primer Mandatario señaló: “… buscaremos acuerdos que den certidumbre a la inversión y al comercio entre México, Canadá y Estados Unidos, y que esta certidumbre se extienda a las empresas que han elegido a nuestro país como destino de inversión y plataforma productiva y de exportación. Vamos a defender las inversiones nacionales y extranjeras en México, vamos a asegurarnos de que México siga siendo un destino confiable y atractivo para invertir”… “Rechazamos cualquier intento de influir en las decisiones de inversión de las empresas, con base en el miedo o en amenazas”.

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El muro de Trump es un acto hostil y hay que expresarlo así, fuerte y claro, ante el mundo.

Esperemos que exista una buena estrategia para poder negociar con el coloso del Norte, personificado ahora en Donald Trump,  y también para acabar, en el mediano plazo, con esta inaceptable dependencia en la que ahora estamos. Pero, para hacer de México un país confiable y atractivo para invertir, no basta tener reglas comerciales claras, también hay que acabar con  la inseguridad, la corrupción y la inseguridad. México tiene fortalezas que podrá esgrimir en la mesa de negociaciones y asignaturas pendientes que deberá atender de inmediato.

Por lo que toca a las anunciadas deportaciones el Presidente Peña Nieto afirmó: “Debemos lograr que cualquier repatriación de personas indocumentadas continúe de manera ordenada y coordinada, garantizando un trato humano y el respeto a los derechos de los migrantes mexicanos. Ambos países tenemos una responsabilidad compartida sobre el creciente flujo de indocumentados extranjeros que cruzan el territorio mexicano, en su afán de llegar a Estados Unidos. Y agregó: Y algo muy importante: mantener el libre flujo de remesas de nuestros connacionales en Estados Unidos, que sumaron ya más de 24 mil millones de dólares a noviembre del año pasado”. Además, instruyó a los embajadores y cónsules a realizar una firme defensa de los mexicanos en Estados Unidos.

¡Ya era hora ! porque al máximo representante de nuestro gobierno se le había olvidado alzar la voz para defender a esas comunidades que han sido insultadas y están siendo maltratadas e intimidadas,  junto con México, en el contexto, primero, de la lucha política por ocupar la Oficina Oval en Estados Unidos y ahora, al inicio de una nueva administración para la cual somos los enemigos a atacar. No lo hizo el Presidente Peña Nieto  durante su visita a la Casa Blanca en julio pasado. No lo hizo durante la indignante visita a México del entonces candidato republicano en el mes de agosto y no lo hizo tampoco al hacer su llamado a la unidad de los mexicanos el pasado 1 de diciembre. Celebro que ahora sí lo haya mencionado, aunque sin el énfasis y el sentido de urgencia que se requiere ante las amenazas que hoy enfrentamos los mexicanos, los “de allá” y los “de acá”.

En su discurso afirmó: “No  aceptaremos nada en contra de nuestra dignidad como país y de nuestra dignidad como mexicanos”… “no son negociables principios básicos como nuestra soberanía, intereses nacionales y la protección de los connacionales”.

Que así sea, o la Nación se lo demande.

 

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