Los pelmazos son personas hechas de otra pasta, eso ya lo sabemos todos a estas alturas, hablan y hablan casi sin dejar meter baza, y por supuesto nunca escuchan, aunque lo que tengas que decirle sea interesante o de utilidad, pero bueno, a veces resultan hasta graciosos, aunque sea tan sólo por casualidad, pero dentro de esa singular agrupación de especímenes, existe un grupo especialmente crispante, que a larga acaba con la paciencia del sujeto más entrenado. Ese grupo es el de los “cuentapenas”.

 Creo que el mayor peñazo que puede tener que aguantar alguien es el de que un amigo o conocido que se tenga sea un penurias. Éste tipo de gente que se revuelca en su propias miserias vitales constantemente y hasta parece disfrutar chapoteando en ella. No tienen límite ni medida, pasan todo el día hablando de lo mal que están y del poco caso que les hacen. Pero, no me extraña, con todo el maldito día, y todos los días hablando de las mismas mierdas, la gente escapa. Sobre todo sabiendo que nunca van a mover el trasero para buscar soluciones, encontrarlas o no, es otra cuestión, pero lo mínimo es ponerse en marcha con un poco de voluntad a la caza de remedios para la vida.

Cuentapenas

Cuentapenas

 Tratar con una de esas personas, al principio, no difiere demasiado con el resto, pero con el tiempo te vas dando cuenta de que la has cagado al ponerte en su camino, sobre todo si tienes problemas pero no dejas de moverte para tratar de ponerles fin, porque te miran con envidia, al ser capaz de ir sorteando los escollos que la misma vida te coloca delante, lo que hace que aún se vuelquen en sus miserias. Aunque sean una minucia en comparación con la de su interlocutor y porque quieren tapar de alguna forma el hecho de que para lo único que se mueven es para gimotear y tratar de dar pena. Los problemas ajenos se la sudan, como si te has quedado sin un maldito duro, vives en la calle, y te quedan tres días de vida, ellos a lo suyo. A lo mejor aprovechan lo que tú estés pasando para volver a su dramón existencial, afirmando que saben lo que estás pasando, aunque realmente no tengan ni idea, les importe un pito, y volverán a recalcar que sufren mucho, y que su vida es un problema gigante. Ante situaciones como esa, lo que uno hace es escapar, porque con el paso del tiempo, y viendo que la cosa no mejora, sobre todo porque a la persona no le da la gana, no quieres seguir metido en ese círculo vicioso, el desahogo no es una solución, en especial si acabas hartando a los demás con las mierdas existenciales que divulgas, amplificadas, por supuesto. 

“No tienen límite ni medida, pasan todo el puto día hablando de lo mal que están y del poco caso que les hacen”

 Si tu vida es una mierda, trata de ponerle remedio, empezando por dejar de lloriquear, y siguiendo por mover el trasero de una vez. Con lo jodido que está todo en estos días, y los quebraderos de cabeza que tenemos todos, no pueden esperar que a esas personas las llevemos de la manita los demás, ni que les estemos contemplando todo el día. Sobre todo por el hecho de que igual te arrastran con ellos a su foso particular, ese en el que tan a gusto parecen revolcarse a todas horas. Ahora que salir de ahí requiere su trabajo, mejorar la propia situación es un esfuerzo que sólo uno mismo puede abordar. Nadie más puede hacerlo.

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