En la curvatura del espacio-tiempo… de repente, ya entraban algunos reactores en su máxima potencia, cuyo avión rodaba impetuosamente por la pista, engalanado, alegóricamente, en su tan aerodinámica cola, con una portentosa figura de un azor común (Accipiter gentilis), especie de ave accipitriforme de la familia Accipitridae, cuyo patrón de colores lo asemejan a un rapidísimo halcón. Sin embargo, las aves rapaces adultas tenían en la región superior, una cierta coloración parda ceniza de tonos grises y negruzcos, mientras que, en la parte inferior, eran de color blanquecino, horizontalmente, barradas en negro.

Aunque esta ave se encontrara emparentada con el gavilán y el águila ratonera, sus características cinegéticas le dieron un inestimable valor en la antigüedad, como ave predilecta para la práctica de la cetrería, cazando de forma tan formidable, cuando en el espeso bosque perseguía a sus presas, volando velozmente entre los árboles con enorme habilidad desde abajo, en el caso de captura de un ave en vuelo o a ras del suelo, si su presa estuviera ubicada en el suelo. Y las remotas y tan verdeantes islas Azores, formaban parte del conjunto volcánico de la Macaronesia, estando situadas a ambos lados de una cordillera en la dorsal atlántica, siendo el resultado de 20 millones de años de actividad volcánica, cuyo pasado ígneo había creado una gigantesca cadena montañosa, bajo el tumultuoso océano Atlántico.

Angra del Heroísmo - Parte II Islas Azores

Angra del Heroísmo – Parte II Islas Azores

Y tenían las Azores, un clima húmedo y lluvioso, donde el beneficioso efecto de la corriente cálida del Golfo de México suavizaba, gradualmente, las suaves temperaturas del aire, con una media de 13º C en el mes más frio y de 23ºC en el más caluroso. Sin embargo, ciertos residentes de las islas Azores, solían comentar que, en estas islas, se sucedían caprichosamente las cuatro estaciones, en cada día, a lo largo del año. Tras casi tres horas de tan plácido vuelo, por las circulares ventanas ya se iba avistando a lo lejos, verdeantes y geométricas “mantas de retalhos”, de la isla Terceira, que pertenecía al grupo central de este apacible archipiélago. Era ella tan famosa por su fiesta taurina, muy poco común en Portugal, la llamada “tourada à corda”, en la que se soltaba un toro por las calles de Angra de Heroísmo, al que se incitaba mientras un grupo de ataviados hombres lo ataba con una cuerda. Y reflexionaba nuestro observador en el goce producido por el carácter individual del paisaje, la configuración de la superficie del globo en una región determinada… justo cuando ya iban nuestros encandilados viajeros, cómodamente instalados en un emblemático autobús, por entre sinuosas carreteras rurales, remarcadas de tantos “cerrados”, donde en los verdes pastos se apacentaba melifluamente a una gran cantidad de ganado y, bucólicamente, estaba tan engalanada de infinitas hileras de hermosas hortensias blancas, amarillas y azules.

En un ápice, en la vaguedad de las sensaciones, donde cambiaban las impresiones con los movimientos del alma y por una ilusión tan dulce como fácil, creía el observador recibir del mundo exterior, lo que nosotros mismos sin saberlo habíamos depositado en él. Por fin, ya se divisaba el delicado perfil de la hermosa ciudad de Angra del Heroísmo, ciudad literalmente ligada al mar, que en el año 1983 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por Unesco. Fue fundada en el siglo XV, y en el transcurso del tiempo, a través de ciertos procesos de urbanización, fue acercándose paulatinamente a su puerto de mar, volcándose para siempre a su inexorable destino atlántico… y esta influencia de gran ambiente o del aire libre, ejercía en él un poder tranquilo, endulzando su dolor y colmando las pasiones cuando el alma se sentía íntimamente agitada. Y todo el palimpsesto de las calles de Angra, era rectilíneo, teniendo una preponderante orientación Norte-Sur, para la protección de los vientos dominantes del cuadrante Oeste y también para hubiera una mejor insolación. Y su tan hermoso caserío, mostraba atractivamente, muchísimos ejemplos de ventanas de rótulas o soportales avanzados sobre forro de madera.

Angra del Heroísmo - Parte II Islas Azores

Angra del Heroísmo – Parte II Islas Azores

En su casco histórico, fue donde se establecieron los comerciantes y artificies y se desenvolvieron todas las actividades de apoyo a las naves y galeones, que venían a protegerse en su tan resguardada bahía. Susodicha bahía, rebosante de tanta quietud, estaba consolidada por dos solidas fortificaciones, las fortalezas de São Sebastião y São João Baptista do Monte Brasil. Esta última fortaleza, fue considerada como la mayor fortaleza construida por el reino España, en todo el mundo, siendo iniciada por vuelta del año 1592, por orden de Felipe II, envolviendo todo el verdeante Monte Brasil, para controlar tan eficazmente los puertos de atraque de Angra y del Fanal. Fue destinada a una férrea protección de los galeones procedentes de las Indias Occidentales (América Española), que iban cargados de tanta plata y oro.

La ciudad de Angra del Heroísmo, fue atacada más tarde por los corsarios ingleses, Francis Drake (1589) y el Conde de Essex (1597), atraídos por las flotas españolas que contenían una ilusoria riqueza alusiva al oro y la plata. Y en el Atlántico Norte, la existencia de un peculiar régimen de vientos exigía que todos los barcos efectuasen la “vuelta de las islas”, obligando a la navegación atlántica a pasar forzosamente por las Azores, cuando se dirigían hacia los puertos de la Península Ibérica o de Francia. Aumentó, sustancialmente, con el ajetreo de tantas naos y carabelas portuguesas, tras el inicio del comercio de especias establecido con Oriente, después del prodigioso viaje marítimo que el almirante, Vasco da Gama, había efectuado a la India. Y la ciudad de Angra, fue también el punto de encuentro de diversas culturas, donde influenció y fue influenciada, considerada como testigo vivo del cambio que había representado el paulatino abandono de los modos de vivir medievales, en favor del que de nuevo y moderno había traído la tan fructífera etapa del Renacimiento y los Descubrimientos.

Y separándose del grupo de viajeros, iba nuestro observador, con tanto frenesí, deambulando tan apaciblemente por el espléndido cuadriculado de las calles de Angra del Heroísmo, cuyas aceras estaban hermosamente pavimentadas con pequeños cubos de caliza blanca y basalto negro, y cuyo repertorio de los frisos era inagotable- figuras marinas-símbolos históricos- dibujos geométricos- y que, por la noche, su superficie blanquecina y reflectante centelleaba iluminando dichosa ciudad.

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