El próximo 2 de mayo, su cumplirán 500 años de la muerte de una de las mentes más lucidas que la humanidad ha conocido, Leonardo di ser Piero da Vinci, nacido en la región de la Toscana, que pertenece a la provincia de Florencia, el pueblo de Vinci actualmente cuenta con menos de 15,000 habitantes, en aquellos ayeres, era literalmente un caserío, en lo que hoy es el centro de la república italiana, pero que tuvo la característica de situarce en el epicentro del movimiento conocido como Renacimiento.

 

Sin lugar a dudas uno de los hombres que transformaron no solo su tiempo, sino que la historia de la humanidad en general y seguirá pasando el tiempo y generaciones sin que deje de ser un personaje central del planeta, y es que su contribución se da justo en el parteaguas entre la edad media y la era moderna.

 

Como todos los movimientos culturales, el Renacimiento no tiene una fecha exacta de inicio y termino, más bien son parámetros, el suceso de diversos acontecimientos que van conformando una época, en lo personal me gusta situar su arranque con el invento de Johannes Gensfleisch (Gutenberg), la imprenta de tipos móviles, cualquiera que haya sido el año de creación entre 1440 y 1450, pero que estuvo acompañada por la sublimación de la pintura, la escultura, y la escritura, además del descubrimiento de América y vendrá a terminar a finales del siglo XVI, aún hay quienes lo ubican hasta la Revolución Francesa de 1789.

 

Entre las causas que encontramos para su inicio debemos de mencionar el sisma al interior de la iglesia católica y el surgimiento de los movimientos “heréticos” del protestantismo y su reforma, el debilitamiento del modelo feudal de producción y el empoderamiento de la burguesía, fueron conformando una Europa occidental, que pudo mirar con mayor entusiasmo los nuevos mundos que aparecieron casi de la nada y aparentemente por casualidad, si bien el otomano Piri Reis seguro tendrá algo que decir, travesías que en su momento eran de fantasía, Cristoforo Colombo a América, Vasco da Gama al Cabo de Buena Esperanza y Fernáo de Magalhánes, intento dar la vuelta al mundo y murió sin terminar el cometido, en lo que hoy es Filipinas, tocándole el honor al que sin dudas es el más grande navegante Juan Sebastián Elcano.

 

Pero los viajes no fueron todo, solo por mencionar algunos pocos, muy pocos, podemos recordar al economista Fray Luca Bartolomeo de Pacioli, el pintor y escultor Michelangelo Buonarroti, al también pintor y arquitecto Raffaello Sanzio, al politólogo Niccoló di Bernardo dei Machiavelli, Alessandro di Mariano di Vanni Filippipe (Sandro Botticelli) todos ellos italianos, a los escritores españoles Miguel de Cervantes Saavedra y Lope Félix de Vega y Carpio, así como al inglés William Shakespeare.

 

Por ello es que destacar ante esta pléyade, indica que Leonardo da Vinci era sublime.

 

El esposo de la madre de Leonardo era un repostero, lo que provocó que le joven aprendiera el oficio e intentará ganarse la vida con ese oficio, por lo que con un amigo fundó junto con su amigo Sandro Botticelli, antes de que pintará la adoración de los reyes, una taberna denominada “La Enseña de las Tres Ranas”, que se convirtió en un rotundo fracaso ya que nadie lo pudo convencer de escribir la carta de los alimentos que no fuera de espejo, por ello el gordito da Vinci, tuvo que entrar al servicio de Ludovico María Sforza Duque de Milán, durante su estancia empezó a desarrollar sus habilidades de todo tipo, invento el tridente para comer, las servilletas de mesa y algunos instrumentos musicales como la viola y el órgano, pero también tuvo la oportunidad de pintar algunos cuadros, como la dama del armiño.

 

Indudablemente que para destacar la obra de Leonardo se tendrían que hacer tratados completos de cada una de ellas, pintor, escultor, músico, arquitecto, ingeniero, amante de la naturaleza al grado de volverse vegetariano, cuando no era moda, sus observaciones sobre la presión vinieron a ser parte la cura de algunas enfermedades durante siglos, un sinfín de obras y talentos desbordados, que sin duda alguna en su cuadro de la ultima cena se subliman y resumen todas sus capacidades, claro a discusión.

 

Sigue leyendo a José Ortíz Adame

 

 

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