Alfredito era un pequeño elefante que vivía en un extenso lugar lleno de flores, árboles y un calmado río que invitaba a todos los animales del lugar a jugar en sus cristalinas aguas.

Una mañana Alfredito jugaba con la mariposa, el venado y la abejita. Los levantaba con su larga nariz y los ponía en su espalda; corrían al lado del río, y después de un rato los lanzaba en el agua, y con su trompa-regadera los bañaba. Pasaban ratos felices.

El ratón apareció muy juguetón esa mañana soleada y propuso un juego divertido. Consistía en coleccionar cosas en un cofre que traía de su casa y en el que su mamá coleccionaba objetos.

—Mariposa, ven y te guardo en el cofre.

 

—¡Nooo! — dijo el venado —, no puedes guardarla en el cofre, puedes hacerle daño y estropear sus alas; además la mariposa necesita su libertad para volar y volar. ¡A nadie le gustaría estar encerrado!

—Aaahhh — dijo triste el ratón —. Yo solo quería coleccionar mariposas porque me gustan mucho.

—No estés triste — dijo Alfredito. Ven, móntate, y paseamos un rato.

El ratón prefirió jugar con el venado en una gruta que guardaba muchos secretos.

—Vengan, amigos, encontré unas piedras y unos cofres parecidos a los de mi mamá coleccionista.

Todos entramos muy curiosos, y empezaron a abrirlos uno por uno.

Una luz resplandeciente inundó la gruta. Empezaron a salir muchas mariposas, abejitas y pajaritos de colores.

—¡Qué felicidad, amigo ratón! Todos estos amigos están en libertad…

Ahora volarán sin que nadie los detenga y los guarde como trofeos. Hay que vivir en libertad, sin ser metidos dentro de una caja o un cofre, sin servir como colección.

 

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