Perder el método,

Aclaratoria nada importante para una anticrítica

Reconocer en la obra, inventándonos en una tradición de lo imaginado mediante la crítica (o anticrítica). Esta tradición unen a la crítica y al poeta cuando —como dice Victoria de Stefano (1984)— «los seres finitos se reproducen al infinito». Entonces escritor y crítico se aproximan al trapecio donde nos apoyamos en la nada a punto de caer al abismo (donde reside el género que está por descubrirse). En una caída por el asombro y la sorpresa. Y no podemos pedir ayuda al dejarnos caer, si acaso, el descenso es el desasosiego presente en los personajes de Enrique Vila-Matas por medio de los cuales quedamos afectados por la lectura que también me imagina. Lo que me exige un desapego del rigor metódico con el propósito de liberar el texto de excesos para el lector y con ello llevar a cabo este juego de intertextualidad. Para comenzar, recreo el título, de su libro/cuaderno, Ella era Hemingway. No soy Auster, publicado por Ediciones Alfabia (2008), valiéndome también, con torpeza quizás, de la otredad como identidad, a modo también de simbolizar la realidad mediante el hecho de aprehender la vida de otros escritores: hasta el título de su libro lo que quiero hacer mío como herencia de aquella lectura. En pocas palabras, fracasar. Y lo disfruto, juego con este título y al querer ser un Bartleby para conseguir que mi diminuta crítica sea absorbida por un único lector: mi propio yo buscando en esta posibilidad del ensayo la derrota de un estilo (nada nuevo cuando se escribe un ensayo). Descubrir, dentro de la escritura, los medios necesarios para expresarse en estado de ensoñación, por eso, imito al autor con un título menos personal, más cercano a mi fracaso por comprender el estilo de Vila-Matas, en ese intento, quiera o no, trataré de que lo creativo fluya en su ritmo con furor por asir el proceso de la escritura de otros. Esa escritura orgánica y adjetivada en mi cuerpo, en tanto imito y me encuentro. Es decir, una suerte de tertulia con el texto escrito: sentir qué tanto se compromete el lector de Vila-Matas, como si fuera un viaje de introspección sobre los caracteres de la escritura que se dan en el transcurso de sus relatos, novelas y ensayos. Y cuando lee entonces recrea: decodifica la obra del autor mediante una hermenéutica impersonal a modo de escudriñar ligeramente los significados de las frases, del texto y finalmente del discurso de Enrique Vila-Matas. Forzar con sensibilidad los límites del «género» y quedarse quizás en medio de la nada, en medio del fracaso por intentar asimilar con modestia su narrativa —la alteridad—, haciéndome de un texto ajeno, de una cita sobre la otra para lograr un diálogo ausente con éste, ya aque es en la distancia con el autor donde se produce la sensualidad del lector. Creo como Rafael Cadenas que la literatura engendra literatura, por consiguiente, todo deviene en escritura tras obsesionarnos por un único libro. Por un único autor.

No será sencillo, para ser aceptado por el lector, colocar aquí capítulos que son —en la medida de mi interpretación— la interacción de sus novelas, una elección muy personal y limitada de mi parte. Quería que fuera así para no agotar en un registro exhaustivo el ejercicio con el ensayo. Es una opción con sus propios límites de este quien escribe. Está hecho para que el lector decida cuál de los capítulos leer, otros, para ser rechazados: una bitácora selectiva que desea invitar a leer, no este ensayo, sino que confirme o rechace esta interpretación.

Perder el método

Perder el método

El estilo de su novelística dará vueltas alrededor de nuestras lecturas: yo he escrito —o pretendido escribir—, dice Vila-Matas, narraciones autobiográficas que son como ensayos y ensayos que son como narraciones… y lo sostiene, lo defiende como su estilo. Cabe destacar que, al final de este texto citado, coloca «Texto no publicado en libro», puesto que se publica en su web, pero también deja claro el humor de ese estilo, puesto que vemos esto citado en otros sitios de la internet para recordarnos el propósito de fracturar la narración con citas y nombres de autores (reales o no) a modo de irreverencia. Toda teoría al surgir de ese intento, es un intento en transgredir lo convencional hasta desvanecernos como su personaje en Doctor Pasavento. Toda teoría perdida en mi cabeza intenta organizarse en esta escritura la cual se sostiene del silencio, del fracaso por seguir un vacío. El desdoblamiento en un personaje y éste a su vez en otro. Reflejando esa realidad montada sobre otro espejo, reteniendo otros rostros y mi propia identidad con la investidura de Vila-Matas hasta el agotamiento visual de esa imagen: el rostro que se duplica una y otra vez. Vulgar imitación de mi parte, pero no menos divertida. Él es Vila-Matas, no soy Bartleby no es más que la proyección de ese estímulo abierto a la adicción de ser un lector más de Vila-Matas. Sí, me confieso con un alto nivel de dependencia por esas razones que en adelante quedarán expuestas. Y para desahogarme me invento este libro. Trataré, creo, de expresar aspectos conceptuales de algunas de sus novelas, a veces, de sus artículos y notas de blog que se han venido introduciendo en la web con su método heterodoxo: reconociendo la vida de otros y de sí mismo.

Me permito alcanzar la metáfora del viaje, su poética, sin mayor pretensión metódica de análisis, sin embargo no desdeño éste a priori, sino que la urdimbre del discurso posiblemente tendrá —así me lo exijo— la fluidez emanada de mi lectura. El placer obtenido será diferente porque viene del cuerpo, de la relación con el signo y la vitalidad del autor en cuestión. Tengo esta idea osada la cual, insisto, trataré de explicar en la medida del ensayo. Por eso también es otro recorrido, el del lector, pero que duda, que busca entre la «autoficción», entre una biografía imaginada por apaciguar a su lector: el desasosiego de una obra cuyo movimiento se da en esa relación, del cuerpo, de la alteridad del signo producida por el narrador y la voz de éste como sincronización de ese movimiento interno y subjetivo. Aquí en Él es Vila-Matas, no soy Bartleby intento entender que El acto y el arte de la lectura seria conllevan dos movimientos principales; del espíritu: interpretación (hermenéutica) y valoración (crítica, juicio estético). Ambos movimientos son estrictamente inseparables. Y en marcha esa posibilidad con la lectura, por eso, menciono las condiciones de análisis que puedan surgir de George Steiner (2012) en Interpretar es juzgar, una visión por supuesto heterodoxa la cual reproduzco con el tono posible de la interpretación, del acto de libertad que me produce la obra de Vila-Matas. Asumo estas palabras de Steiner en el ejercicio de hacer crítica, pero no con menos riesgo y equívocos de asumirlo con esa irreverencia teórica. Tratar de hallar el equilibrio sobre aquellas diferencias entre el creador y el crítico en la medida que me descubro en su escritura. Si he valorado la obra de Vila-Matas antes he tenido una relación más espiritual y creativa con ella (o por lo menos lo intento). Movimiento que impulsa esa correspondencia de mi yo (instante interpretativo en espera de significancia) con el discurso narrativo de aquél.

 

Espero haber justificado esa necesidad de la duda. Y caeré —dada ésta, mi paradoja— perdiendo el equilibro porque nada existe ni soy Bartleby. Es más, la duda terminará imponiendo su dinámica divertida.

 

Él es Vila-Matas, no soy Bartleby

Juan Martins

1ª edición: © Ediciones Estival 2014

Colección El vitral de Duchamp nº 1

Depósito legal: lf0432014800594

ISBN: 978-980-12-7542-8

Diseño: Ediciones Estival & Asociados

 

 

 

 

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