Era la primera vez que Martina iba a una biblioteca. Desde que había descubierto la magia de las palabras, no podía parar de leerlas.  No sabía muy bien cómo había ocurrido, pero de ver solo dibujitos sin significado, había pasado a ser capaz de entender todo lo que aquellas líneas le querían decir, y lo más curioso, ¡ya no podía dejar de entenderlas!  Había leído todos los libros que tenía en casa, y los del cole también, y ávida de más, había convencido a su madre para que la llevara esa tarde a la biblioteca. A Martina no le importaba, como a algunos de sus compañeros, que los libros tuvieran o no dibujos. Ella sólo quería leer aquellas palabras, mágicas, que eran capaces de proyectar imágenes en su mente, y hacerle sentir alegría, miedo, nerviosismo, a veces tristeza, y siempre, deseo de más.

graficas-02Era una biblioteca muy antigua ubicada en la segunda planta de un edificio también antiguo, y que tenía como escudo protector una impresionante puerta de madera tallada, con motivos florales de un marrón oscuro casi negro.  Cuando entró al edificio, le pareció estar en otro tiempo y otra ciudad. Olía a humedad, mezclada con viento. Subió por una escalera de mármol con una enorme barandilla de piedra, que alguna vez tuvo que ser blanca, y a la que Martina casi no llegaba. De la mano de su madre subió peldaño a peldaño hasta llegar a las puertas del reino de los libros.

Martina no podía creer lo que veían sus pequeños ojos verdes.  Gigantes de madera que sujetaban lo que a ella la parecieron millones de libros de todos los colores del mundo, muy apretados unos contra otros, que sólo dejaban ver un trocito de sus lomos.  Inspiró profundamente el aroma de aquel lugar que olía a papel, tinta y ¿madera?  Cuando entraron se quedó muy quieta escuchando… aquel sonido…  Y se dio cuenta de que lo que oía era la voz del silencio. Un silencio acogedor y cálido que invitaba a quedarse allí. Había algunas personas inmersas en todo tipo de libros; delgados, gordos, viejos, nuevos… Unos hablaban de amor, otros de aventuras, otros de sueños, de vidas, del pasado, del futuro… ¡Vaya que curioso! los libros son como las personas, todos parecen iguales, pero cada uno es único. ¿Habría alguien en el mundo que se los hubiera leído todos? Si no, ella sería la primera persona en hacerlo.

graficas-03El simpático bibliotecario, con un gracioso gesto y mirándolas por encima de sus gafas, les indicó dónde estaba la sección para niños, eso sí, en completo silencio. Martina, pensó que aquel silencio sería para poder escuchar mejor las voces de todos aquellos libros que estaban deseando contar sus historias. Y no se equivocaba, pues desde una de las estanterías sin identificar, Martina pudo escuchar un susurro en un extraño idioma que la atrajo hasta un rincón entre dos estanterías repletas de libros, que parecían tener miles de años. Entre todos aquellos libros, uno llamó la atención de aquellos ojillos que brillaban de emoción. Se trataba de un libro de un extraño material, que debió ser de color morado o azul, y que seguro que habían leído muchas otras personas antes que ella. O al menos eso pensó al ver sus tapas tan desgastadas ¿por el uso, o por el tiempo? Se lo acercó a la nariz para captar su aroma, y cerrando los ojos acarició sus hojas que crujían al tocarlas.

En su portada, a duras penas, se podía leer en letras doradas: “Amor de papel”. En cuanto al autor, era imposible descifrar su nombre. Únicamente se podía adivinar una letra que parecía una M. Martina sintiendo también su abrazo, los estrechó contra su pecho. Estaba convencida de que aquel, era el mejor libro del mundo. Lo que no sospechaba, era que aquellas palabras hasta entonces encerradas en aquel libro, iban a ser capaces de cambiar por completo su vida.

 

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