Lo único que he encontrado cierto acerca de la maternidad es que te cambia la vida para siempre. Por mucho que nos juremos a nosotras mismas, a nuestras parejas, a nuestras amigas, que nada va a cambiar, no es verdad, porque ahora somos mamás.

Volver a trabajar después de tener hijos

Volver a trabajar después de tener hijos

Por ejemplo, yo, he sido siempre una mujer independiente, workaholic y segura de sí misma. Pero el segundo en que nació Tomás, sentí como me alejaba de mí, y cada una de las cosas que me gustaba hacer sola (ver mis series favoritas, salir a montar bici, leer un buen libro) dependían de otra persona y sus ánimos de ese día. Y si eso fue duro, volver a mi rutina diaria y volver a trabajar parecía una misión imposible.

Amaba mi trabajo, empecé en la empresa como pasante, pero con los años y mi esfuerzo había ascendido a asociada junior; lo disfrutaba al máximo: las reuniones hasta tarde, los viajes de trabajo, las salidas del viernes después de la oficina, ¡todo! Y, cuando me quedé embarazada, mis jefes y compañeros de trabajo se alegraron mucho por mí, sobre todo porque sabían cuánto quería ser madre; pero, poco a poco, casi involuntariamente, empezaron a aliviarme de responsabilidades, como si fuera implícito que en cuanto fuera madre ya no podría rendir como antes.

Volver a trabajar después de tener hijos

Volver a trabajar después de tener hijos

Así que cuando cumplí con mi baja de maternidad tenía la misión de probarles a ellos, y a mí misma, de poder volver a mi ritmo pre Tomás. El primer día estuvo bien, bueno, empezó bien… Me senté en mi oficina, contesté mis correos pendientes, participé en la reunión de update semanal… Parecía que todo había vuelto a la normalidad y por un segundo me sentía exactamente como antes. ¡Hasta que mi cuerpo se encargó de recordarme que soy mamá! Era hora de amamantar a mi bebé, solo que mientras él estaba feliz en casa tomando su biberón, yo estaba en la oficina, sintiendo como si tuviera dos pesas de 10 kilos llenas de leche y listas para explotar. Corrí a toda velocidad para conseguir mi extractor de leche solo para descubrir que ¡dejé el cable en casa! Escena siguiente: yo, llorando de dolor, diciéndole a mi jefe que tengo que volver a casa porque ¡mis senos me duelen!

Ese día me sentí abatida como madre, como profesional y como mujer. Volví a casa llorando por mi vida pasada sintiéndola más lejos que nunca, hasta que abrí la puerta y encontré a mi madre plácidamente dormida con mi pequeño Tomás en brazos y entendí que mi vieja vida era buena, descomplicada y feliz; pero la de ahora es un regalo. Así que me planteé una nueva misión: ir a trabajar aprendiendo cada día como compaginarlo con ser mamá.

Ahora, tengo una alarma 15 minutos antes de la hora de comer de Tomás, compré un cable adicional del extractor de leche para mi oficina, y, cada vez que algo es diferente (ya no puedo tomar más de una copa los viernes porque contamina la leche de mi bebé), lo asumo, sonrió y elaboró un nuevo plan.

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