Había agotado todas mis perspectivas, por eso decidí salir fuera, lo intenté aquí, ¡vaya que lo intenté…! Puse currículum en todas las empresas que pude, contratos sin horizonte alguno, así tiré… ¡sin horizonte alguno! Soy licenciada en filosofía y letras, hablo inglés perfectamente, gracias a eso me voy a Australia, me ha salido un trabajo como profesora de español. Tengo veintitrés años, no tengo familia, bueno…sí…, la que me queda me evita porque cada vez que me ven se hacen los locos por si voy a pedirles dinero, eso duele, me refiero a lo de verles disimular para evitar el tropiezo. No puedo pagar la habitación y me da vergüenza ir a un comedor público. No consigo trabajo ni como limpiadora, la gente no tiene dinero, necesito pagarme un pasaje.

He decidido despedirme de los parientes que me quedan, llamo por teléfono. – Titita (así llamo a la hermana de mi madre), he conseguido trabajo como profesora de español, en Australia.

Silencio,- ¿Australia?

– Sí.

Gritos de alegría, de euforia.

– ¡A las antípodas, nada menos, el sábado vienes a almorzar y te despides de todos!,- con voz alegre, aliviada.

Espero ansiosa la comida, estoy en los huesos, me esmero en arreglarme para el día del evento.

El comedor engalanado, el comedor de los actos importantes, la mesa de veinticuatro comensales, la vajilla de la tatarabuela, la cubertería antigua de plata, las sillas con el escudo de la ascendencia que nunca me gustaron, te obligan a mantenerte derecha como un palo, para evitar el roce doloroso con tanto recargo.

– Hija, esta vez aguanta, no vuelvas a la primera como ya hiciste en la otra ocasión, ¡que digo primera…, ni a la última!, melindre más que melindre, ya la vida te ha enseñado que después de la “última” hay otra oportunidad. Tienes estudios superiores, no eres agraciada, es verdad, pero es una ventaja, al irte tan lejos y sola.

Mi primo, incómodo, la interrumpe con evidente desconcierto.

– Yo la encuentro guapa,- acierta a decir.

– Tú eres un caballero, está claro y un bobo también.

Así es titita, se parece a mi madre, me hace gracia, eso me ha hecho fuerte, su manera directa de hablar.

El llanto de la hormiga

El llanto de la hormiga

Ya han pasado dos días de la despedida, dos días sin comer, he cogido la maletita de la ilusión, ya tengo el billete. Son las once de la noche de un día frío, triste…, camino por la calle de adoquines con unos zapatos guardados para la ocasión, los tacones tienen las tapas gastadas, es inevitable el ruido al caminar. Me cruzo con un hombre, me dice: –¡das pena al hambre! -, no le hago caso, ni tan siquiera me importa-. ¡Con mujeres como tú, cualquiera se vuelve marica!

Camino más rápido, por si el misógino está totalmente rematado de la cabeza, la hora no ayuda, no veo a nadie más en la calle, aprieto el paso para salir rápido de la callejuela, salgo a otra peor, hay unos pinchados con los ojos de la desesperanza, colocándose…, sin duda se dieron por vencidos, tengo miedo por la maleta, podrían pensar que llevo algo de valor, ¡maldita sea!

-¡Oye tú…, dame unas monedas!

Corro, corro con más fuerza de la que tengo, vienen a por mi equipaje, casi me rozan, noto mi respiración ahogada.

Se cansan, el enfado les da por gritar.

– ¡Tú sí que estás jodida, colega!

Después se van, no acierto a oírlos, solo murmullos, sigo corriendo con las fuerzas del pánico.

Tengo que coger el autobús, primer paso para ir a las antípodas, aquí no hay nada para mí, contratos de una semana, malas formas y el “vuelva otro día…”

Hace un año fui a otro país, trabajé en una fábrica de hamburguesas, con el agravante de ser tratada como ciudadana de segunda, de tercera o de cuarta, pocos derechos, mal mirada, sin ninguna posibilidad de ascenso y lo justo para sobrevivir, malviviendo en un piso con otras personas, casi hacinados. Por eso regresé, no tenía futuro.

Sueño con la postal, retrato de mi destino, puestas de sol, alegría. Tengo toda la vida por delante, nadie me va a cortar el paso, en alguna parte del mundo habrá un lugar para mí. Este ya no es mi sitio, no es mi casa, ni mi familia… pero tengo ¡una carrera superior, bilingüe, juventud!

Recuerdo las palabras de la última entrevista de trabajo.

– ¿Eso es todo? Hija, no tienes nada, presunción, eso sí.

Paso por una cafetería, la gente en la terraza mira la televisión, escucho: “El país, está por encima de la gente…”, sin duda es una peli de ciencia-ficción con aderezos de terror. Sigo hacia mi destino, sin padre ni madre…, ni amigos, todos se fueron hacia algún lugar, no sé que será de mí, no sé que ha sido de ellos.

En cualquier caso, después de “la última”, siempre hay otra oportunidad, eso dice mi tía. Aquí no vuelvo…, no importo, eso digo yo.

 

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