fuego2-36En la noche tabernesca las voces del mundo relampaguean en azul; el astro de mi pluma es una bola de fuego, donde la Musa pasa toda la noche bajo un cerezo y se desnuda entre las flores. Historias en su mente divergen y convergen con la realidad, se asoma a la tristeza de los caminos que han sucumbido a mi paso, donde los sueños son símbolos que han sido destrozados por la carne, tan ilusoria como mis joyas del siglo XIX.

 

fuego3-37Atardecer de sombras, espejos en la llama secreta del crepúsculo. Se discurre en monotonías azules que cimbran los besos de nostalgias, de lunas vacías y contornos húmedos. La Llave del Sol en mi lengua de cataclismos pútridos y violentos se eleva. Arritmia en los efluvios de mi bóveda craneal, longitudes infinitas son mis manos. Puedo tocar Saturno o Júpiter desde el precipicio de mis aposentos, morder tus labios para que la sangre brote…

Todo habita dentro de una bola de fuego. El misterio de los universos se esconde ahí. Se sostiene en su hueco obscuro. Ahí donde la mente es un abismo de llamaradas diamantinas. Toda la noche se obsesiona con sus recuerdos, todos los traumas que le llevan a la negrura horrenda del topacio manchado de pus y a las sanguinolentas palabras del silencio. En su poder negro está la creación del mundo y las tertulias del hada geométrica. Todo se conjura en la bola de fuego de mi pluma que incendia las hojas con su tinta imborrable. Dentro de mi estilográfica habita algo más que una Musa: es una diosa griega enamorada de un dios. Espejos que son ella misma.

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