DEFENDAMOS NUESTROS SUEÑOS

 

Cuando nos despertamos cada mañana, luego de un descanso necesario, por lo general, esperamos con optimismo que el mundo haya cambiado desde esa noche anterior. Y, de no ser así, entonces evocamos nuestros sueños dados en esa noche y eso nos reconforta un poco. En ese lapso de tiempo onírico, por así decirlo, con toda la disposición, pudimos aprovechar que aún no nos cobran por soñar y  nos fuimos lejos, atravesando parajes hasta donde se pudo y entramos a otros ambientes donde  el planeta seguía siendo real, pero girando en equilibrio, mientras la luna danzaba para todos, por lo menos, en esta parte del hemisferio y así, dentro de nuestra acción de soñar, quienes no podemos pagar un boleto de avión o no podemos ponernos al día con los impuestos, para lograr los documentos que exigen y salir de un país y entrar a otro, logramos conocer más lugares y ver en primera fila lo mejor que tienen y entonces reconocemos que aquello que nos pasan en películas o en series de plataformas de vídeos de alcance internacional, es cierto y las cosas son tan bonitas o más, viéndolas en nuestros sueños sin tanto protocolo ni caras adustas con la que nos reciben (en la mayoría de los casos), cuando alcanzamos a tomar ese vuelo con pasajes de segunda, en butacas de pasillo no reclinables y de cojines duros. Eso es lo que dicen. Hay que defender los sueños, sin duda, porque ese otro boleto que nos brinda la noche y su tranquilidad en medio de un silencio envolvente, roto apenas por un chirriar lejano de grillos, cuando tenemos suerte de oírlos y luego de un día agitado, es una llave que abre todas las puertas que nos permite ser lo que queramos y hacer lo que sintamos en el ambiente sereno de un reposo adecuado, en una noche calmada.

Hay que soñar. Darle trabajo a la imaginación entusiasta que busca drenar tantas sensaciones incómodas que vivimos en el transcurso de un día que nunca cambia para bien. ¿El sueño es propio del ser humano?, pareciera, de acuerdo a los entendidos ¿Le negamos ese privilegio a los animales y, exagerando un poco, al reino vegetal? No queda otra. Aunque estudios de carácter científico dan prueba de que los mamíferos sueñan, de acuerdo a reacciones que muestran durante su tiempo de dormir.

Soñar es una cualidad que ha quedado relegada ante un mundo que se mueve dentro de parámetros atosigantes que nos obnubila los sentidos y nos reprime las sensaciones de libertad y de superación de acciones cotidianas rutinarias y carentes de emociones como no sea sobrevivir ante hechos que van cercenando esa capacidad ¿Y podemos elegir lo que queremos soñar? A veces. Puede que, al acostarnos, lo hagamos con un pensamiento hacia algo específico y se queda grabado y guardado en el subconsciente, ¿O es en el inconsciente?, bueno, eso se lo dejo a los especialistas, pero se estaciona allí, en una parte de nuestra imaginación, porque, eso sí, soñar e imaginar van de la mano, y una no deja a la otra relegada, sino que se elevan juntas cuando emprenden vuelo por ese universo infinito que es nuestro cerebro y su vehículo especial y espacial, que es la mente. Es cuando en el reposo sosegado, aflora el pensamiento guardado y la imaginación entra en el juego para darle rienda suelta y la idea se proyecta en pantalla gigante y nos atrapa en sus redes (Viene muy bien el término en la actualidad) destellando pasajes que aparecen en secuencia lógica, sistemática y sin sobresaltos, haciendo que lo que estemos soñando sea agradable y placentero. Nada hay como soñar cuando el sueño nos resulta que es de puro gusto.

¿Y cuál es la utilidad de los sueños?, dirán algunos. Si el sueño es agradable, nos permite levantarnos de mejor humor, con los sentidos frescos, propio del descanso, y con un estado de ánimo presto a enfrentarnos a un mundo que nos acecha allende la puerta de salida a ese circo romano que levanta verjas para soltar sus leones. Que no somos nosotros, dicho sea de paso. El sueño también tiene sus matices y si soñamos en colores y nítido, nos parece a la mañana siguiente, que nos pasaron una cinta cinematográfica, y nos mostraron un mundo que puede ser posible, por lo menos, desde esa perspectiva. Y salimos a darnos duro con la realidad cotidiana que, emulando a los toreros, empezamos a lidiar, vadeando ese choque frontal. Pero cuando no se puede, porque nos arrincona, pues entonces, dale que el golpe avisa. Es complicado mantener un equilibrio entre lo que muestran los sueños y lo que se palpa a diario. Sin embargo, la mayoría de nosotros, sin un plan preconcebido, nos enfrentamos al mundo abierto que se nos presenta y respirando hondo, que es algo que andamos practicando a cada rato, logramos salir avante, cuando regresamos enteros al final del día, con algunos céntimos en los bolsillos, como mínimo, para pagar los pasajes de traslado del día siguiente, al volver a la palestra.

Algunas veces, cuando empezamos a andar un buen trecho con una sonrisa o una medio sonrisa en el rostro, muchos se voltean a vernos, pensando, bueno y a éste, ¿Qué le pasa?, es que no alcanzan a comprender que esa conducta puede deberse a un hermoso sueño que se escapó de la noche y todavía perdura en nosotros a la mañana siguiente, porque, en el fondo, no queremos que se nos borre. Hay que soñar entonces, porque algo debe quedar cuando nos entregamos a los brazos de Morfeo y ese remanente de gusto gratuito, pudiera ser la punta de lanza abre caminos, para esa mañana que espera impaciente.

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