Hace bastante tiempo que el poeta Rubén Darío organizó un compendio particular de esos escritores que a él le cautivaban por determinadas peculiaridades de su escritura (o de sus vidas) que lo colocaban en ese rincón apartado de “raros”. Los escritores “raros” están curtidos con algunos rasgos característicos que les permiten descolocarse del canon literario aceptado en consenso.

Sus maneras de encarar la escritura, o el ejercicio de escritor nadando en contra, lo salva de no salir en la foto grupal de los escritores admitidos en sociedad.

El gran defecto del escritor “raro” es que va a sus aires y apartado del ruido estridente de premios, reconocimientos, agasajos y toda esa parafernalia artificial que rodea a los creadores de literatura va erigiendo una obra que no le cuadra a los demás; escribiendo libros alejados de lo previsible y que a la postre son adminículos literarios bastante indeterminados; inigualables artefactos literarios en favor de una literatura sin rutina ni lastres en pos de una originalidad discursiva disparada en muchas direcciones.

Juan Pablo Villalobos | Foto: El Diario

Juan Pablo Villalobos en un texto sobre el libro de Darío escribe: “La mitología de los raros se ha construido no solo mediante apologías, sino, y principalmente, por la metodología del descarte. Los raros son los ignorados por la crítica, los vilipendiados por las instancias legitimadoras del mundo literario, los desconocidos de los lectores no especializados (llámense escritores, académicos o periodistas)”.

En nuestra medio literario los escritores raros conforman un grupúsculo importante y decisivo para que la literatura siga revitalizándose y no caiga en esa trivialización arbitrada que tanto alucina a los profesores de literatura y a los críticos con cátedra universitaria. Elisio Jiménez Sierra no solo es un raro contemporáneo de nuestra literatura, sino que hoy cualquier fragmento de sus ensayos, cualquier metáfora de alguno de sus poemas, proporciona a los lectores una luz de filtrada sabiduría.

Fue un erudito e investigador de lo literario o “un simple arqueólogo idealista de la pluma”, como él mismo se definió en uno de sus escritos. En lo personal lo incluyo en ese renglón de raro apegándome a lo dicho por César Aira: “Me llaman raro. Pero, si un escritor no es raro ¿qué es? Convencional, como todos los demás. Así que asumo con gusto el adjetivo y me gustaría ser rarísimo”.

Elisio Jiménez Sierra| Foto: Crear Salamanca

Jiménez Sierra fue anticonvencional en todo sentido. Le imprimió a su literatura pasión erudita desbordada y esto ya lo excluye de los escritores convencionales del montón. Sin mencionar que su trabajo intelectual y literario fue en varias direcciones. Poeta, traductor, ensayista. Su memoria fue ese largo hilo tensado en laberinto de su inquietud y que siempre estuvo vinculado a su aldea Atarigua que desapareció sumergida bajo las aguas de una represa, lo que ya conforma una historia bastante singular.

Su origen humilde, por denominarlo de alguna manera, no le impidió ir al encuentro de los idiomas y de la literaturas clásicas. Fue un autodidacta por excelencia. No por azar escribió Luis Alberto Crespo: “…,Atarigua vio nacer en su soledad y pobrecía a Elisio Jiménez Sierra. Acaso porque provenía de tanta escasez; (…) Consultó el esplendor que perdura en los clásicos, bebió de las fuentes primigenias del espíritu y la belleza, degustó la dulzura del italiano del Dante, la música del francés de Víctor Hugo y los parnasianos. Sin desatender para nada la invitación al infierno de Baudelaire, la celebración de la inocencia de Francois Villon, hablaba como Blake y como Blake visitó los espacios de las epifanías y las arcadias”. Por su parte Gabriel Jiménez Emán escribe: “Resulta conmovedor y a la vez revelador observar cómo la vida de un hombre puede estar tan hilvanada hacia una pasión por la letra, por el idioma y las lenguas, por la literatura y el pensamiento; mucho más si esa pasión se produce en condiciones culturales precarias, en el entorno agreste de una aldea del Estado Lara llamada Atarigua, donde una iglesia, una plaza, unas cuantas calles terrosas que daban unas a un río, otras a precipicios y otras a ninguna parte, pudieron engendrar prodigios de inspiración en un niño que, con humildes ropas y ojos asombrados, supo ver en la naturaleza que le rodeaba suficientes signos para convertir sus vivencias elementales en una admirable experiencia interior”.

Un arqueo sobre los libros de Jiménez Sierra depara títulos de exquisita singularidad. Entre sus libros de poemas se pueden mencionar: Archipiélago doliente(1942), Sonata de los sueños(1950), Los puertos de la última bohemia(1975),Poesía(1989) y Cantos a vuelo de pájaro(1998); mientras que en su trabajo ensayístico tenemos Psicografía del Padre Borges(1965), De la horca a la taberna. Turbia obra y clara vida de Villon.(1994), Viajes con Lovecraft a la ciudad del sol poniente(1997) y Exploración de la selva oscura. Ensayos sobre Dante y Petrarca(2000). Estudios Grecolatinos y otros ensayos literarios(2004).

Otra de las características que descoloca a Jiménez Sierra como escritor es la claridad amena de sus ensayos y que sin perder profundidad, combinado con cuidado estilo, lleva al lector a esa fascinación del universo de la literatura clásica. Su escritura ensayística tienen el don de la seducción. Sin mencionar que en sus ensayos el humor es un ingrediente que surge, en los temas tratados, con espontaneidad y son como un acicate para que el lector retome el hilo de lo erudito sin temor ni prejuicio de ninguna naturaleza.

Hay autores a los uno siempre vuelve. Recorre uno las páginas de sus libros como si se recorría un camino que no te lleva a ninguna parte, pero que en ese recorrido te permite apreciar la exhuberancia, o desnudez, del paisaje; comprender esa luz que aviva las cosas. Ignacio Vidal-Folch ha escrito: “¿Qué es un autor? Es un territorio en el que uno entra, y luego quiere volver”. En fin que Elisio Jiménez Sierra más que un escritor es ese territorio al que siempre se quiere volver por el puro placer de hacerlo.

No Hay Más Artículos