Para cualquier lector interesado en el libro como objeto de extraña y sutil belleza, que quiera conocer los intríngulis menos publicitados de su travesía histórica, de sus variadas evoluciones (o retrocesos) y esos diferentes usos que ha tenido a través del tiempo encontrará en el libro El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguode Irene Vallejo, un compendio sustancioso no sólo del libro como objeto determinante de la civilización, sino como testigo mudo de distintas épocas y etapas humanas en las cuales ha sido tratado como objeto amoroso, sagrado y en otros lapsos como  mágico, o en su defecto como algo peligroso que era necesario censurar, prohibir e incluso quemar. En otros períodos, más esclarecidos, ha sido una luz, una guía luminosa de ingenio, humor y encanto a favor de la sabiduría y la inteligencia como vías de humanismo y tolerancia. No es casual que en el prólogo la autora escriba: “El libro ha superado la prueba del tiempo, ha demostrado ser un corredor de fondo. Cada vez que hemos despertado del sueño de nuestras revoluciones o de la pesadilla de nuestras catástrofes humanas, el libro seguía ahí. Como dice Umberto Eco, pertenece a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez inventados, no se puede hacer nada mejor”.

 

imagen de semana.com

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El libro de Irene Vallejo, sustentado con una profusa y dinámica bibliografía, no se limita a contar la historia del libro en el mundo antiguo, y de la escritura como elemento indivisible del mismo, sino que recrea desde la aventura novelesca, con historias, anécdotas y el mejor chismorreo erudito, el periplo del libro como signo, emblema y objeto importante en los vaivenes de la historia mundana y silvestre; la historia como decorado vivo y el libro (y sus amantes o consecuentes lectores) como personajes subrayados en una peripecia sin parangón.

Lo interesante y novedoso de El infinito en un junco es esa manera fluida de narrar las distintas vicisitudes que tienen al libro como protagonista, o como personaje de reparto, de una trama casi de telenovela con sus villanos, héroes y heroínas de rigor. Irene Vallejo escribe un mapa de tiempo no lineal y con gran maestría narrativa interconecta autores clásicos con escritores contemporáneos en la que el libro está presente. De esta manera ofrece un mural colorido de ese objeto que bien denominó Borges como una prolongación de nuestra imaginación y nuestra memoria.

La naturalidad narrativa no es solo el encanto de este libro, sino la riqueza de microhistorias, de autores que van y vienen, sin mencionar ese sentido de novela que imprime con gran versatilidad Vallejo a una travesía rica en aventuras y datos finamente documentados.

La historia del libro no siempre ha sido idílica (O color de rosa) y en su movido trayecto ha encontrado detractores encarnecido, oscurantista fervorosos y caprichosos como ese anotado por Borges: “Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china fue aquel primer Emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones —las quinientas a seiscientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros, la rigurosa abolición de la historia, es decir del pasado— procedieran de una persona y fueran de algún modo sus atributos,…” Cuando no el capricho es la religión que fanatiza y mueve sus piezas contra el libro. No obstante sus defensores también hacen lo imposible para que el libro salga airoso de todas las escaramuzas inimaginables.

 

La evolución del libro ha sido constante. Aldo Manuzio (1451-1515) que ejemplifica por antonomasia el arquetipo de humanista del Renacimiento inventó el libro de bolsillo. Publicó en 1502 un tomo de Sofocles en un formato al que denominó “parva forma”, pequeña forma. Era un libro que perfectamente entraba en el bolsillo y Roberto Calasso acota: “Inventando un libro de tal formato Manuzio transformó los gestos que acompañan a la lectura. Así, el acto de leer cambió de manera radical”. Como sin duda hoy día lo hará el libro electrónico. Pero ese sencillo invento del libro de bolsillo se convirtió a la postre en ese ligero equipaje para viajar con nuestras historias, sueños, pensamientos y mundos imaginados, o que rescatan nuestra memoria individual y colectiva, para tenerlas siempre a la mano. Lo escrito por Irene Vallejo es irrefutable: “Somos los únicos animales que fabulan, que ahuyentan la oscuridad con cuentos, que gracias a los relatos aprenden a convivir con el caos, que avivan los rescoldos de las hogueras con el aire de sus palabras, que recorren largas distancias para llevar sus historias a los extraños. Y cuando compartimos los mismos relatos, dejamos de ser extraños”.

 

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